Para entender el problema de la contaminación del aire que respiramos hay que resaltar algo importante. Aunque su efecto es menos agresivo que el tabaquismo, pasivo o activo, la mala calidad del aire afecta a la inmensa mayoría de la población mundial. Y, por tanto, sus efectos son enormes.
El profesor Saldiva demostró que cada incremento de la contaminación urbana media en 5 microgramos por metro cúbico de partículas finas (PM2.5) equivalía (a nivel pulmonar) a fumar 1 cigarrillo diario, si en nuestras ciudades tenemos una media de 15; en las ciudades chinas, de 60; y en algunas indias, de 100, es fácil calcular la equivalencia en cigarrillos. Después de oír la conferencia del Dr. Saldiva en la OMS-Ginebra me fui a mi hotel, y dando vueltas al tema me di cuenta de que esos equivalentes a 3 cigarrillos diarios afectaban a toda la población, incluyendo bebés y personas con problemas cardiovasculares y respiratorios, y por tanto la dimensión del impacto muy grande.
La comunidad científica, de la cual la OMS se hace eco, nos alerta de que los mayores impactos causados por esta contaminación del aire que respiramos. Entre ellos, el agravamiento de enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, además de las respiratorias, y la generación de asma y cáncer de pulmón. También alerta de que de los diversos contaminantes el más problemático, por su mayor impacto en la salud, es el material particulado en suspensión (PM), seguido por el óxido de nitrógeno y el ozono troposférico (NO2 y O3, respectivamente).
La tendencia de la calidad del aire en el mudo puede llegar a seguir evoluciones temporales opuestas en función del desarrollo económico. Así, mientras en Europa, Australia, EE.UU., Japón, y otras sociedades desarrolladas, la calidad ha mejorado drásticamente en las últimas décadas, en algunas ciudades de Irán, Pakistán, India y China se evidencia un empeoramiento muy marcado.
En Europa hemos mejorado mucho la calidad del aire. Así en España 49 zonas de calidad del aire incumplían la normativa ambiental para PM en 2005, y solamente 1 en la actualidad. Esta tendencia ha reducido muy marcadamente las muertes prematuras anuales atribuibles a la mala calidad del aire en la EU-28 (estimadas en 1 millón/año en 1990 y 0.4 millones/año en 2016, según la Agencia Europea de Medio Ambiente).
Sin embargo, esta mejora no ha alcanzado las metas esperadas de la estrategia inicial europea en esta materia ambiental. Prueba de ello es que desde 2010 debíamos cumplir una legislación en NO2. Una legislación que se ha venido infringiendo ampliamente en toda la Europa urbana. Además, la primera directiva hija de calidad del aire en Europa fijaba 2010 como el año en que se tomarían los valores guía para PM de la OMS como normativos Europeos (en 2019 eso aún no ha ocurrido).
Lo expuesto demuestra que en Europa hemos seguido una política en calidad del aire. Parafraseando al Prof Küenzli de la Universidad de Basilea, podemos calificar de semi-ambiciosa. Ello ha llevado a que diversos estados europeos hayan creado legislación propia más estricta. Y que haya recaído sobre las ciudades gran parte de la responsabilidad de aplicar acciones para mejorar la calidad del aire.
Así pues, el principal reto actual de la calidad del aire en Europa es acercar nuestros valores límite normativos a los equivalentes de la OMS, actuación que EE.UU., Australia, Canadá, Suiza y Reino Unido, entre otros, ya han hecho (en algunos casos hace más de una década). En contra de ello, se argumentaba en la revisión dela primera directiva hija europea, que los valores guía de la OMS de PM10 y PM2.5 eran materialmente imposibles de cumplir. Años más tarde hemos podido comprobar que no era cierto. Países como Suiza ya los cumplen desde hace unos años (en un ambiente con frecuentes anticiclones e inversiones térmicas).
La importancia de reducir estos valores límite no reside solamente en la protección de la salud humana. Al ser más estrictos e infringirse, también obligan al desarrollo de legislación adicional sobre emisiones y actuaciones de mejora de la calidad del aire más eficientes.
Los países y ciudades más avanzados en política ambiental han asumido social y políticamente que la calidad del aire no es un tema solamente de ecologismo. Es un tema de salud pública en primer lugar. La responsabilidad del gobernante exige tomar medidas. Éstas pueden ser más o menos populares al principio. ¿Qué proporción de la población crítica inicialmente conduciría ahora sin cinturón, o fumaría en lugares públicos? Lo importante es que todas ellas estén encaminadas a disminuir impactos ambientales sobre la salud.
Muchas de las medidas que debemos aplicar para reducir la contaminación urbana que respiramos afectan al vehículo privado y la distribución de mercancías. Algunas sociedades son reacias a admitir cambios en su movilidad urbana, sean o no necesarios. También es verdad que en épocas de económica boyante el transporte público metropolitano no ha sido muy favorecido en cuanto a inversiones en infraestructuras en muchos de nuestros países.
En nuestro proyecto AIRUSE-Life+, financiado por la Comisión Europea, evaluamos la eficacia de estrategias para la mejora de calidad del aire urbano, y fue galardonado como el mejor proyecto ‘Ciudades Verdes’ de 2018 por la propia Comisión. Ello nos permitió proponer una estrategia de actuaciones sobre el tráfico rodado basado en 6 pilares que a continuación resumo.
Las medidas de mejora de calidad del aire no solo persiguen reducir las muertes prematuras anuales, sino la mejora de la calidad de vida; conseguir ciudades más saludables y agradables de habitar; y conseguir que esos años que hemos ganado en esperanza de vida los disfrutemos más.
Además, estas medidas se retro-alimentan. Cuando los ciudadanos vemos que mejoran nuestras ciudades, estamos dispuestos a asumir nuevos retos y desafíos para continuar con la mejora. De esta manera reafirmamos también nuestra confianza en nuestros dirigentes y la estima a nuestra ciudad.