Sólo hay que realizar un repaso genérico entre los documentos publicados por las grandes compañías del mundo. Observamos que todos hacen referencia, en mayor o menor medida, a la sostenibilidad. Esta apabulladora unanimidad no se muestra tan evidente si nos centramos en analizar los mensajes que contienen.
Especialmente centrados en medidas de ahorro y compromiso medioambiental. ¿Y las personas? El compromiso por el desarrollo sostenible, más allá de las causas que lo impulsan – cambio climático, biodiversidad, desaparición de recursos naturales – nos obliga a centrarnos en las personas. Tales de Mileto fue el primero en buscar hacia el siglo VII aC explicaciones racionales a las preguntas básicas solventadas hasta entonces a través de Mitos. Con la humildad imprescindible nos enfrentamos a un dilema similar.
Necesitamos ejemplos reales, razonables de desarrollo sostenible que nos ayuden a mejorar el bienestar de las personas sin poner en riesgo el desarrollo humano futuro. En definitiva, colocar a las personas en el centro de los objetivos. Como principio y fin de cuantas iniciativas llevemos a cabo. Sin acudir a la aproximación etérea al concepto de sostenibilidad, transformándola en un mito moderno. Basados en la ampliación continuada del conocimiento y el compromiso con su seguridad y salud.