Los arrecifes de coral son uno de los ecosistemas más biodiversos del mundo. Se estima que alrededor de la cuarta parte de todos los organismos marinos dependen de ellos como lugar de reproducción y alimentación, a pesar de que menos del 1% de la superficie del océano está cubierta por corales.
Los arrecifes albergan una gran variedad de especies, como peces, crustáceos, moluscos, esponjas y muchas otras formas de vida y son auténticos oasis de biodiversidad en los océanos.
Además de su papel clave para otros seres vivos y la creación de espacios ricos en nichos ecológicos, los arrecifes de coral tienen otras funciones positivas para el medio ambiente marino y costero. Por ejemplo, suavizan la velocidad y dirección de las corrientes y son una barrera natural frente a huracanes, algo muy importante si se tiene en cuenta que crecen en zonas tropicales, regiones especialmente sensibles a estos fenómenos meteorológicos destructivos.
Qué son los arrecifes y cómo se forman
Los arrecifes de coral se crean por la actividad de unos invertebrados, los pólipos coralinos, que viven en colonias y se alimentan filtrando el agua. Los pólipos crean en torno a ellos protecciones de carbonato cálcico, el mismo material del que están hechas las conchas marinas. Son esas grandes estructuras lo que conocemos como arrecife, y algunos de ellos alcanzan decenas de metros de altura tras miles de años de lento crecimiento.
Los pólipos de coral viven en simbiosis con algas fotosintéticas llamadas zooxantelas que les proporcionan energía y nutrientes.
¿Qué amenazas sufren los arrecifes de coral?
El cambio climático y los impactos directos por causa humana son sus principales amenazas.
Entre los impactos debidos al cambio climático cabe destacar el fenómeno conocido como blanqueamiento de los corales. Cuando las temperaturas del mar ascienden, los corales expulsan a las algas fotosintéticas con las que viven y pierden a estas aliadas esenciales para su alimentación. Los corales pueden sobrevivir a un evento de blanqueamiento, pero se debilitan y mueren si la ola de calor marina dura demasiado o se repite a lo largo de varios años.
Las emisiones de gases de efecto invernadero también dañan a los corales por medio de la química de las aguas marinas. A medida que los océanos capturan dióxido de carbono (CO2), se vuelven más ácidos. El carbonato cálcico del que están formados los corales se disuelve en un medio ácido, de modo que los arrecifes se debilitan a medida que el mar absorbe el exceso de dióxido de carbono generado por la actividad humana.
Entre los impactos directos que afectan a los corales está la sobrepesca, incluido el uso de métodos destructivos y prohibidos, como el empleo de veneno o explosivos para pescar más fácilmente.
Además, la contaminación deteriora los ricos ecosistemas coralinos de diversas formas y por distintas vías. Es el caso de lo que ocurre con la llegada a las costas de aguas ricas en nutrientes por efecto de la actividad agrícola y ganadera. Estos elementos impulsan el crecimiento de algas que compiten con los corales, los cubren y los asfixian. Lo mismo ocurre cuando llegan al mar aguas cargadas de sedimentos desde tierra, que enturbian el agua y se depositan sobre los arrecifes impidiéndoles realizar sus funciones básicas.
Por último, los productos industriales y químicos fabricados por el ser humano también dañan a los arrecifes. El impacto de los microplásticos en ellos ha empezado a ser estudiado en los últimos años. Además, se ha comprobado que el uso de cremas solares que usan oxibenzona y el dióxido de titanio como filtro UV les perjudican, lo que ha llevado a algunos países y regiones a prohibir su uso a los bañistas que los visitan.