Los efectos del cambio climático están poniendo en jaque la vida de millones de personas. Desde hace unos años, la salud global se ha convertido en una prioridad mundial. El cambio climático representa una amenaza para la salud pública y pone en evidencia la necesidad de hacer un ejercicio de compromiso internacional para proteger las comunidades más vulnerables. Es así como nace el informe Lancet Countdown 2017, resultado de una colaboración llevada a cabo por investigadores de 24 instituciones y organizaciones intergubernamentales de todos los continentes.
Sus propulsores han abordado el tema desde una perspectiva multidisciplinar. Son climatólogos, ecólogos, economistas, ingenieros, expertos en energía, alimentación, sistemas de transporte, geógrafos, matemáticos, expertos en salud pública y en ciencias sociales. Y se han reunido para aunar sus aptitudes con objetivo de esclarecer en qué medida el cambio climático incide en la salud humana.
El veredicto es claro: incide, y mucho, y de forma especialmente desproporcionada en los países más pobres. «La demora en la respuesta al cambio climático en los últimos 25 años ha puesto en peligro la vida humana y los medios de subsistencia en muchos lugares del mundo», reza el informe. La mayoría de los indicadores que los científicos vienen rastreando desde que en 1992, a partir de la Cumbre de Río, se empezaran a definir los objetivos prioritarios para combatir y mitigar el cambio climático, muestran un progreso muy limitado mientras que otros se mueven en la dirección errónea. Desde entonces, las emisiones de CO2 y las temperaturas han continuado incrementándose.
Al respecto de la salud de los seres humanos, el informe afirma que, aunque nuestro organismo tiene la capacidad de adaptarse frente a determinados impactos, hay límites a esa adaptación: cuando un impacto sucede una y otra vez y empeora de forma constante, es decir, cuando una enfermedad es reincidente, acaba provocando fallos en los sistemas de defensa a nivel general. Ante enfermedades o exposiciones repetidas a impactos perjudiciales, el cuerpo se debilita. También frente a las consecuencias derivadas del cambio climático. Sus efectos golpean una y otra vez el organismo, multiplicando las amenazas y agravando problemas existentes que se mantenían bajo control. «El cambio climático aumenta las presiones existentes sobre la vivienda, la seguridad alimentaria y del agua, la pobreza y muchos factores determinantes de la buena salud», afirma el informe.
De todas formas, aunque el progreso es demasiado lento, el informe destaca que en los últimos años se han detectado en muchos sectores respuestas concretas y reales. Si nos remitimos a las 10 recomendaciones que la comisión de Lancet Countdown hizo en 2015 a los gobiernos para proteger y mejorar la salud pública frente el cambio climático, vemos que en siete de ellas, listada a continuación, los resultados son esperanzadores.
Por otro lado, las tres medidas en las que menos progresos se han reportado es en el aumento de la protección de la salud cardiovascular y respiratoria de las sociedades asentadas cerca de las plantas de carbón (presentes y futuras), en el establecimiento de un mecanismo de fijación de precios en el mercado del carbón estable a nivel internacional y en la cuantificación precisa de los efectos de todas las medidas tomadas a nivel global y local.
Algunos de los efectos en la salud que el cambio climático ya está produciendo. Mientras tanto, al tiempo que las sociedades afrontan políticas, programas y acuerdos para mitigar y combatir los efectos del clima sobre las personas, los perjuicios contra la salud pública ya se evidencian a través de algunos datos concluyentes. El informe Lancet Countdown presenta los siguientes:
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el cambio climático es una amenaza global que pone en juego la calidad del aire, el agua potable, alimentos suficientes y un hogar seguro. Se estima que, entre 2030 y 2050, provocará unas 250.000 muertes adicionales por año. Principalmente debido a la desnutrición, la malaria, la diarrea y el estrés por calor. Pero el coste humano es solo uno de los costes que el cambio climático trae consigo. El coste económico estimado para 2030 es astronómico: entre 2 y 4 mil millones de dólares. Y eso sin contar los que se infligen en sectores determinantes para ella como la agricultura, el agua o el saneamiento)
Lógicamente, los países con estructuras sanitarias deficientes serán las menos capaces de dar las respuestas necesarias a los problemas que surgirán. A todo ello hay que añadir el aumento de los desastres naturales a nivel global: se han triplicado desde la década de 1960, y causan cada año alrededor de 60.000 muertes. El incremento del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos destruirán hogares e infraestructuras esenciales en muchos lugares. Cabe recalcar que más de la mitad de la población mundial vive en la franja costera. Las sequías e inundaciones harán lo propio, con sus consecuentes desplazamientos masivos de la población.
Hace ya muchos años que sabemos que el cambio climático es real y que está afectando a todo el planeta. De hecho, la Cumbre de Río tuvo lugar hace ya 26 años. Es una obviedad que en estos casi tres decenios no solo hemos perdido el tiempo de manera consistente. Por el contrario, hemos ido agravando el problema. Es patente que la aplastante mayoría de la comunidad internacional está de acuerdo. Las actividades humanas y el exceso de emisiones de CO2 son el meollo del problema. Y es una evidencia que las soluciones a todos esos problemas se conocen, y que, científica y tecnológicamente, estamos capacitados para ponerlas en marcha.
El tiempo apremia, y las personas afectadas son cada vez más (eso también lo sabemos). Aunque sea fatigoso, no hay otro remedio que seguir mostrando los datos de forma machacona. Mientras no haya un colectivo de humanos que logren detonar en el común de las personas un acuerdo en pro del bienestar común… solo nos quedará seguir repitiendo lo mismo, una y otra vez, de forma cada vez más detallada.
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