La ballena reduce el CO2 de la atmósfera
Cada ballena participa de manera activa y natural en la reducción de CO2, en el aumento de los stocks pesqueros y en la generación de turismo. Esto, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), son contribuciones que hacen de cada ballena un valioso ejemplar para los servicios ecosistémicos globales. De esta manera, el FMI ha estimado que cada ejemplar de ballena podría estar valorado en dos millones de dólares. Cifra que conllevaría que el conjunto de la población de ballenas podría situarse por encima de los 1.000 millones de dólares.
Valor para la reducción de CO2
La investigación ha sido publicada esta semana. La han desarrollado un equipo de economistas del FMI junto con la colaboración de la organización Great Whale Conservancy (GWC). Llevaron a cabo un análisis sobre el papel de la ballena en cuanto a su contribución a la reducción de CO2, el aumento de los stocks pesqueros y el beneficio económico derivado del turismo de observación de cetáceos.
Según las estimaciones científicas incluidas en el artículo, cuando las ballenas -especialmente las de gran tamaño: la azul, la franca, la gris y la jorobada- mueren, sus cuerpos se hunden hasta el fondo oceánico, y cada una se llevan consigo cerca de 33 toneladas de CO2 de media, sacando de la atmósfera dicho carbono durante siglos. Una cifra que resulta muy elevada si se tiene en cuenta, por ejemplo, que se estima que un árbol absorbe un máximo de 22 kilos de CO2 al año.
Por otro lado, las ballenas presentan un efecto multiplicado en cuanto a la producción de fitoplancton. Este genera alrededor del 50% del oxígeno en los océanos, a partir de sus heces. Estas contienen los minerales necesarios para propiciar el crecimiento del grupo de organismos vegetales que conforman el plancton.
La situación de la ballena
Michael Fishbach, director de GWC, ha declarado que “la pesca ballenera industrial cesó en gran medida hace tiempo. Desde la entrada en vigor de una moratoria internacional establecida durante la década de 1980. Sin embargo, se estima que la biomasa de las ballenas sigue situándose por debajo del 25% de los niveles previos a la caza de ballenas”.
Fishbach señala algunos casos de especies, como la azul y la franca, que “no están logrando recuperarse como se esperaba. Aunque hayan transcurrido ya 40 años desde que se prohibiera mayoritariamente la pesca ballenera comercial a escala global; hecho imputable a los impactos humanos sobre el océano”. Los conservacionistas defienden la adopción de medidas más restrictivas para proteger las zonas de cría y de forrajeo de las ballenas. Medidas para ayudar a su supervivencia y, por extensión, a la del propio planeta.
Porque las ballenas juegan un papel insustituible en la mitigación y la creación de resiliencia al cambio climático. De ahí que su supervivencia debería ser parte integrante de los objetivos de todos los signatarios del tratado de París de la ONU sobre el clima.
Sin embargo, son muchas las amenazas que sufren las ballenas. No fue hasta el 1982 cuando la Comisión Ballenera Internacional prohibió la pesca industrial. Esto tuvo lugar debido no solo a una elevada presión social, sino también a un lamentable estado en el que se encontraban las poblaciones de estos mamíferos.