No cabe duda de que la acidificación del agua de océanos y ríos está aumentando como consecuencia del cambio climático. Estos cambios tan dramáticos tendrán efectos devastadores sobre muchas comunidades en todo el mundo. Incluyendo los ecosistemas animales. Pero estos cambios en la acidez del mar podrían afectar también a las generaciones futuras. En este contexto nace el Proyecto BIOACID, que busca alertar a la comunidad internacional sobre la severidad de los efectos de la acidificación del agua.
Estudio de la acidificación del mar
Cada año, el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD por sus siglas en alemán) otorga una beca a un grupo de periodistas científicos de todo el mundo. El objetivo es mostrar lo que «se cuece» a nivel científico en este país, de la mano de sus más destacados investigadores. En esta última edición el título de la convocatoria fue Mares y océanos. Así es como una quincena de plumillas de 14 países de Europa, América, Asia y África visitamos las universidades y los centros más relevantes en cuanto a oceanografía se refiere.
Entre ellos, el Centro para la Investigación de los Océanos Helmholtz GEOMAR de Kiel. Este centro forma parte de una red de 18 instituciones científicas alemanas destinadas a encontrar soluciones a los grandes retos de la ciencia, la sociedad y la industria. Allí pudimos asistir a la presentación de sus principales proyectos de investigación. Uno de ellos fue el denominado BIOACID, (por Biological Impacts of Ocean Acidification). Entre 2009 y 2017, este estudio evaluó los efectos de la acidificación del mar causada por el exceso de CO2 que los seres humanos venimos emitiendo desde la revolución industrial.
Necesidad de crear conciencia sobre el problema
Ulf Riebesell es uno de los investigadores al frente de BIOACID y profesor de este centro ubicado en el norte de Alemania, a orillas del mar Báltico. Según este oceanógrafo, la acidificación del agua del mar es un problema de grandes dimensiones al que no se presta la atención necesaria. Parece que no somos conscientes de que los océanos cubren más del 70% de la superficie de la Tierra. Es el mayor ecosistema que existe y de él depende tanto el funcionamiento de la biosfera como el sustento de las sociedades humanas.
«El mar es un enorme sumidero de CO2, que absorbe el 27% del dióxido de carbono que emitimos —explica Riebesell— El resto, se estima que es asumido por la atmósfera en un 44% y por el suelo de los bosques en un 29%». En condiciones de equilibrio —las que había en 1850—los organismos calcáreos obtenían sin problemas la materia prima necesaria para construir sus esqueletos: el carbonato cálcico. Pero el exceso de CO2 que ha ido a parar a los océanos y el aumento de las temperaturas medias ha hecho cambiar el pH de las aguas en detrimento de «ese material de construcción». Lo que ha sucedido, explica Riebesell, es que «de media, el pH en la superficie del mar ha disminuido del 8.2 al 8.1. Un minúsculo cambio solo en apariencia, porque se traduce en un aumento del 30% de la acidez del mar».
El aumento de la acidificación genera que gran parte de ese carbonato esencial para los organismos calcificadores se transforme en ácido carbónico. Esto acarrea dos fenómenos extremadamente preocupantes. Por un lado, el carbonato disponible es mucho menor. Por otro, las estructuras calcáreas de tantísimas especies (plancton, moluscos, corales, crustáceos, peces –en especial los huesos de sus oídos—, equinodermos como los erizos o las estrellas de mar…) corren riesgo de disolverse.
Las consecuencias de la acidificación del agua de nuestros océanos
Es fácil comprender cómo podría redundar todo ello en la calidad de los servicios que los océanos proveen a la humanidad. Por ejemplo, la regulación del clima, el aprovisionamiento de alimentos, el mantenimiento de la biodiversidad, el buen funcionamiento de los ecosistemas, y el sustento de tantísimas actividades relacionadas con el ocio, de las que viven millones de personas en todo el mundo.
Para contener las graves consecuencias que podrían desatarse a consecuencia de la acidificación del mar, resume Ulf Riebesell, es ineludible que el aumento medio de las temperaturas, tal y como se acordó en la cumbre del Clima de París, no sobrepase los 2ºC. Ineludible y urgente, pues en 2016, según la Organización Meteorológica Mundial el aumento se cifró ya en 1.1ºC. Pero esa recomendación no es nada nueva. La imperiosa necesidad de quedarse por debajo de esos dos grados de aumento es algo que la comunidad científica internacional viene diciendo desde hace mucho tiempo.
Proyectos como BIOACID nos ayudan a entender realmente el impacto que tiene el hombre sobre el entorno natural. Pero tomar conciencia del problema no significa ponerle fin. Por ello, los gobiernos deben tomar acción para frenar la acidificación del agua del mar de ríos y océanos.
Principales conclusiones del proyecto BIOACID
- La vida marina tiene una gran capacidad de adaptación. No obstante, una rápida acidificación solo permitirá adaptarse a los organismos de ciclos de vida cortos, como los microorganismos.
- Muchos organismos capaces de lidiar con la acidificación de las aguas no podrán hacerlo si siguen expuestos a otros motivos de estrés ambiental. Por ejemplo, el aumento de las temperaturas, la perdida de oxígeno o la contaminación.
- Cualquier pequeña alteración en la base de la cadena trófica tiene efectos imprevisibles en los niveles superiores.
- La acidificación del mar reduce la capacidad de los océanos de almacenar dióxido de carbono.
- Un aumento de las temperaturas por encima de 1.2ºC pondrá en riesgo la supervivencia del 50% de los corales.
- La afectación de los organismos calcáreos redundará en la mayoría de las especies que dependen de ellos para alimentarse.
- Debido a ello, la distribución de las especies puede cambiar. Esto repercutirá en muchas actividades económicas, como por ejemplo en la pesca costera a pequeña escala y en el turismo.