Glosario 
 de la Sostenibilidad

Capital Natural

El capital natural engloba los recursos naturales, renovables y no renovables, considerados como stock de activos proveedores de un flujo de bienes y servicios de los ecosistemas. Desarrollado en 1970-80, el concepto está respaldado por la Comisión Europea y la Organización Mundial de la Salud (ONU), además de recibir el impulso del sector financiero con iniciativas de alcance global: Natural Capital Declaration (NCD), Natural Capital Financing Facility (NCFF), etcétera.

Glosario de la Sostenibilidad - Capital Natural

El reconocimiento del valor de los activos de la naturaleza, del capital natural, se remonta a la década de los setenta y coincide con los inicios de la economía ecológica (EE, eco-economics, ecol-econ). En 1973, el intelectual inglés E.F. Schumacher (1911-1977) utilizó el término ‘capital natural’ en su colección de ensayos Small Is Beautiful, concepto que, posteriormente, sería ampliado por miembros de la EE, como el economista estadounidense Herman Daly.

La idea del capital natural, por su popularidad y aceptación crecientes desde finales del siglo XX, se ha hecho inseparable de cualquier iniciativa comercial y económica desarrollada en el marco de la Unión Europea. En 1989, el economista egipcio Salah El Serafy (1927-2016) propuso reunir todo lo natural no humano en el concepto de ‘capital natural’ para facilitar la elaboración de una contabilidad ambiental para el desarrollo sostenible.

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*El capital natural se fundamenta en el ‘factor tierra’ de los economistas clásicos que consideraban la tierra en su sentido más amplio, como un factor productivo. Esta idea responde a la necesidad de una concepción más dinámica de flujo de bienes y servicios, más que de soporte físico vital y de patrimonio natural, y se contrapone a teorías ya obsoletas según las cuales la naturaleza y la vida natural son recursos naturales pasivos. Estos no deben confundirse con el ‘pasivo ambiental’, que los autores Joan Martínez Alier y Daniela Russi definieron como «deudas ambientales y sociales, dejadas por las empresas al no reconocer todos los costos  de sus actividades económicas».

En concreto, el capital natural aglutina los recursos naturales de la biosfera y el ecosistema —plantas, agua, madera, minerales, oxígeno, petróleo, etcétera—, percibidos como medios de producción para los distintos bienes y servicios ambientales o ecosistémicos, es decir, aquellos aportados por un ecosistema en particular en beneficio del Ser Humano y que pueden catalogarse como activos intangibles o inmateriales: la polinización, la depuración natural del agua o la producción de oxígeno a partir de la fotosíntesis vegetal. De este modo, capital natural y capital productivo guardan estrecha relación.

*El capital natural puede clasificarse en cuatro tipos principales, según recoge la Fundación Biodiversidad adscrita al Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITERD):

  • No renovable, donde se incluyen recursos insustituibles como los combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas natural) y los minerales (hierro, aluminio, plata), cuyo consumo conduce al agotamiento de las reservas de dichos recursos.
  • Renovable, que corresponde al conjunto de especies y ecosistemas que habitan un territorio determinado, siendo estos productores de bienes tangibles (madera, resinas, agua potable) e intangibles (oxígeno, regulación de la temperatura).
  • Cultivado, que se identifica con el área del capital natural dedicado a la agricultura y la ganadería.
  • Recuperable, formado por los terrenos fértiles, los acuíferos, la atmósfera, etcétera, que proporcionan bienes que se regeneran de forma natural, siempre que no se sometan a sobreexplotaciones que generen un déficit.

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Más allá de las iniciativas del sector financiero —el Natural Capital Declaration (NCD) en 2012, el Natural Capital Financing Facility (NCFF) en 2015, etcétera—, el capital natural ha sido respaldado por la Comisión Europea en su informe ‘Our life insurance, our natural capital: an EU biodiversity strategy to 2020’: «La biodiversidad es también nuestro capital natural, ya que presta servicios ecosistémicos que sustentan nuestra economía. Su deterioro y pérdida pone en peligro la prestación de estos servicios: perdemos especies y hábitats, la riqueza y el empleo que obtenemos de la naturaleza, y ponemos en peligro nuestro propio bienestar. Esto hace que la pérdida de biodiversidad sea la amenaza medioambiental global más importante junto con el cambio climático, y ambas están inextricablemente relacionadas».