El lobo ibérico (Canis lupus signatus: ‘marcado’, nombre que se debe a las manchas de su cuerpo) es la subespecie del lobo (Canis lupus) endémica de la Península Ibérica. El lobo es un superdepredador, pero también uno de los mamíferos con mayor sentido paternal; tanto hacia sus crías como también hacia las de la manada.
Se trata de un animal social, que vive en manadas y en el que solo la pareja predominante se reproduce, para controlar el tamaño del grupo. Finales de invierno o principios de primavera es el momento del año en el que comienza su época de cría, cuya gestación dura de 61 a 63 días.
Como curiosidad, los lobeznos (cachorros que no alcanzan todavía los tres meses de vida) son amamantados durante su primer mes de vida, para después alimentarse de carne regurgitada de cualquier miembro de la manada. Al cumplir los tres meses pasan a llamarse lobatos, cuando cumplen su primer año tienen ya una morfología de adulto y al cabo de año y medio ya son considerados como lobos. Está catalogada como especie casi amenazada, e incluso ha llegado a rozar la extinción.
La gran mayoría de la población ibérica de lobos se encuentra en España, con una presencia desigual, y es un animal clave para el equilibrio de los ecosistemas. De hecho, tras casi extinguirse en la década de 1970, se puede decir que el lobo ibérico está en la actualidad en expansión. Con el paso de los años la distribución del lobo ibérico se ha ido concentrado en el noroeste de la Península Ibérica (Galicia, Asturias, Castilla y León) y desapareciendo virtualmente del sur, con algunos enclaves (como Sierra Morena y Sierra de San Pedro).
Según el último censo, en España hay entre 2.000 y 2.500 ejemplares de lobos (de los 12.000 lobos que se encuentran en toda Europa).
El “segundo estudio nacional” de lobos en España -realizado entre 2012 y 2014- calculó la existencia de 297 grupos, repartidos a lo largo de más de 90.000 km2.
De todos modos, detectar su presencia puede ser casi misión imposible para las personas menos expertas. Sus huellas y excrementos tienen cierto parecido con las de los perros de gran tamaño.
Como gran depredador que es, se alimenta de los animales que caza, como mamíferos pequeños (conejos, liebres u ovejas) o herbívoros grandes (especialmente los ungulados silvestres: el corzo, ciervo y jabalí).
Además, puede alimentarse también de carroña de animales, restos de vertederos y frutos silvestres.
La constitución del lobo ibérico es un fiel indicativo de su capacidad depredadora. Cuenta con 42 piezas en sus imponentes mandíbulas, voluminosos músculos maseteros (son los que dan a sus ojos su característica forma almendrada) y una amplia caja torácica. Se trata de tres características propias al servicio de sus funciones como uno de los grandes depredadores que habitan en la Península Ibérica.