El mundo en el 2050 será muy diferente a como es hoy en día. Es innegable que los avances tecnológicos habrán transformado por completo algunas de las actividades que realizamos a diario. Como pasó con la máquina de escribir o con la llegada de Internet. Pero en este caso, hablaremos del elemento que hace posible la vida tal y como conocemos. Azotada por la escasez y los efectos de la industrialización, así será el futuro del agua en 2050.
Si más del 70% de la superficie del planeta Tierra está cubierta de agua, lo que representa un volumen permanente de 1.386.000.000 kilómetros cúbicos de H2O, ¿cómo es posible, cabría preguntarse, que en tantas partes del mundo se sufra de escasez hídrica? Lo que sucede es que, de esa ingente cantidad, bien poca es agua dulce, apenas el 2,5% y, de ese exiguo porcentaje, gran parte es inaccesible: un 68,7% del mismo se halla atrapado en masas de hielo y otro 30% es agua subterránea. Solo el 1,2% es agua superficial, repartida entre el permafrost (69%), en lagos y ríos (20,6% y 0,49% respectivamente) y en el suelo, la atmósfera y, por supuesto, en los seres vivos: de media, todas las células están hechas, como la Tierra, de un 70% de agua.
En paralelo a esa circunstancia inalienable, la población mundial no para de crecer. El mundo en el 2050 dependerá de cómo gestionemos los recursos naturales que necesitamos para la vida. Porque todos los recursos, incluso los naturales, son finitos. Aún así, según datos compilados por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) en el informe Water Outlook to 2050 sobre el futuro del agua, la demanda del bien hídrico se disparará globalmente hasta un 55% entre los años 2000 y 2050, un incremento que intentará cubrir las necesidades de los sectores más demandantes: industria, (que aumentará en un 400%), producción eléctrica (+140%) y uso doméstico (+130%).
La situación dista de ser amable, algo que constataron dos estudios de la Universidad de California en Irvine (Estados Unidos) hechos en base a datos de los dos satélites de la misión GRACE (Gravity Recovery And Climate Experiment) de la NASA y de la Agencia Aeroespacial Alemana. Estos satélites, llamados Tom y Jerry, vienen realizando desde 2002 exhaustivas mediciones, entre ellas las de 37 grandes acuíferos, cuyo control se acordó en el programa de la Unesco WHYMAP (World-wide Hydrogeological Mapping and Assessment Programme).
Los resultados son preocupantes: de estos 37 acuíferos, 21 pierden más agua de la que pueden regenerar, un tercio parece estar agotando sus reservas, ocho se consideran «estresados» y, otros cinco, muy «estresados». En concreto, los que se llevan la peor parte son los acuíferos del Ganges en India, de la cuenca del río Indo en Pakistán, el del Valle Central de California, el del Norte de China y el de la cuenca del Tarim, en Asia central. Una cosa más a tener en cuenta: los datos de GRACE saben con precisión cuánta agua sale y cuánta se renueva, pero no cuánta agua queda en total, lo que no es demasiado tranquilizador.
Eso se preguntaban en un artículo de la BBC de hace pocos meses. Para muchos expertos, la competencia por este recurso esencial es la causa de una crisis global que ya es evidente en muchos lugares del mundo. Se exponía en Observo, el suplemento dominical del periódico británico The Guardian, en este artículo. No hace falta irse a África o Asia, donde están los 10 países que más sequías sufren, para constatar la importancia del tema. Dos ejemplos americanos:
Si nos vamos hasta Oceanía, encontramos múltiples casos.
Y si ponemos el foco en Europa, veremos que nuestro territorio afrontó en 2017 la peor sequía de los últimos años. Una situación que no parece que vaya a revertirse en un futuro cercano. En el ranking del World Resources Institute publicado aquí por Fundación Aquae, en el que se listan los países que más estrés hídrico sufrirán en el año 2040, España ocupa la posición 32, tras Afganistán. Solo dos naciones europeas más, Grecia y San Marino, ocupan sitios anteriores.
La resolución del problema del futuro del agua, como casi todos los retos que afrontamos hoy día, es un tema que depende de nuestra capacidad de gestión. Así, el mundo en 2050 dependerá de la visión de futuro y conciencia del bien común que acordemos ejercer. Por el momento, la OCDE insta a desarrollar «acciones estratégicas», que aseguren el acceso de la humanidad a una agua de calidad (según la Organización Mundial de la Salud, la OMS, 2.100 millones de personas carecen de acceso a agua potable y disponible en el hogar y hasta 4.500 adolecen de saneamiento seguro) pero que también preserven a todas aquellas personas cuya vida corre peligro a causa de probables inundaciones: hoy son 1.200 millones de ellas, y en 2050 serán hasta 1.600 millones, con el consiguiente aumento astronómico de los presupuestos que se necesitarán para afrontar la situación.
En su informe Global Water Futures 2050, UNESCO identifica hasta 10 «fuerzas motrices» (driving forces) que modelarán el futuro del agua. Se trata de la demografía, la economía, la innovación tecnológica, las infraestructuras hídricas, el cambio climático, la situación medioambiental, el estado de los recursos, las tendencias socioculturales y éticas y, por supuesto, la política y la gobernanza institucional. Según como esas fuerzas sean manejadas, el escenario será uno u otro. La proyecciones resultantes dibujan cinco mundos distintos. Aquí los dejo apuntados, con los valores que predominarían en cada uno de estos mundos posibles concebidos para hablar sobre el futuro del agua para 2050. Son obra del autor de este informe de las Naciones Unidas, el ecólogo Gilberto Gallopín.
Como dijo aquél, «no hace falta decir nada más». Más claro… el agua.
El mundo en el 2050 será muy diferente a como lo entendemos hoy. Estas son los posibles escenarios a los que nos enfrentaremos en torno al futuro del agua a mediados del siglo XXI.