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La Mujer y la ciencia. El caso Asha de Vos

14 de Noviembre de 2016
Leo algo desmoralizante en las redes, una vez más. Un simple comentario de una internauta sobre la realidad de los premios Nobel y del papel de la mujer en ciencia en general, hace estallar la estupidez humana en su estado más puro.

Pensé, “cuánto queda todavía hasta que este tipo de individuos puedan llegar a cambiar de mentalidad”. Pero entonces recuerdo la charla de la jovencísima doctora Asha de Vos y sigo pensando que no vamos tan mal a pesar de todo. Y su manera de ver las cosas, la de Asha, viene a cuento respecto a este problema que todavía arrastramos respecto a las mujeres en ciencia y en general a la visión de los jóvenes.

Dejadme que os cuente en breve la historia de esta mujer que me fascinó con su fuerza y su capacidad de visión en el Congreso de Conservación Marina en St. Johns, Canadá (allí por Terranova) hace unos meses. Nativa de Sri Lanka, Asha luchó por un sueño: ser bióloga marina. En este país no hay una carrera de Biología Marina. Aun siendo un país emergente ¡y una isla!, por lo que se supone que una facultad en la que se impartan estos cursos debería ser una prioridad.

Lejos de rendirse ante tal contratiempo, se desplazó a la Universidad de San Andrews en Gran Bretaña gracias a un titánico esfuerzo económico de los padres que veían desde temprana edad alguien que tenía en el mar en general y las ballenas en particular, su motivo de existencia. Tras una carrera brillante (aunque lejos de casa), decidió buscar un lugar donde hacer las prácticas sobre sus amados cetáceos. En la  University of Western Australia continuó progresando,  haciendo todo lo posible por sobrevivir y realizar el doctorado, viviendo casi un año en una tienda de campaña por falta de fondos. Hasta que tocó la hora de volver a su tierra, para estudiar en vivo las ballenas y poder demostrar la importancia de las zonas tropicales en la biología de estas especies.

Tras insistir en participar en una campaña oceanográfica que iba a realizarse cerca de la costa del Sur de la India y Sri Lanka (enviaba un mail cada día durante dos o tres meses al coordinador de campaña diciendo que haría lo que fuese por ir), la aceptaron, dejándole claro que iba a fregar platos y ya está. Obviamente, los platos se friegan y las patatas se pelan, pero siempre hay tiempo libre y pronto la dejaron en el lugar de observación pendiente de los avistamientos de cetáceos. Se quemaba los ojos en los peores turnos, esperaba y esperaba, pero nada salía del agua, ni un leve resoplido de ballena.

Hasta que un día avistó algo: una masa rojiza-anaranjada que flotaba en la superficie. Caca de ballena. Avistar las ballenas no es lo importante. La caca sí. ¿Por qué? Porque era la primare vez que se demostraba que estos cetáceos también se alimentan en los trópicos, aparte de para ir a dar a luz a sus pequeñuelos. El descubrimiento es importante para la ciencia de la biología marina y en general para entender cómo funcionan los sistemas oceánicos.

Pero no fue eso lo que me fascinó.

Me fascinó la fuerza de una joven mujer que superaba obstáculos para lograr su sueño: vivir en Sri Lanka donde nadie estudia biología marina, convencer a tus padres de lo que quieres hacer, desafiar todas las convenciones, luchar por tus convicciones y encima, siendo mujer. Lo logró, pero lo más importante para mí es que su visón de la ciencia en general y de la biología y ecología en particular era muy distinta a lo que yo estaba acostumbrado a ver. Toda esa rigidez académica, ese recorrido casi cartesiano en tu carrera, el buscar un contrato fijo para desarrollar tu rama de conocimiento…eso no era lo importante. Se adecuaba a la transitoriedad (por obligación), pero en lo que más creía era en una nueva visión mucho más fresca de las cosas, del mundo que nos rodea.

Y tenía esa imperiosa necesidad de demostrar que había otra manera de hacer las cosas, en especial para una persona que viene de un país que no te lo pone fácil. “Yo soy de Sri Lanka, y siempre iré orgullosa diciendo que soy mujer y de un país pequeño pero fantástico que tiene mucho que ofrecer” decía al final de su discurso.

Por supuesto que no es la primera, ni será la última en hacer un esfuerzo tan grande por lograr su objetivo. Pero me contagia una esperanza por el futuro que algunos estamos empezando a ver borrosa. Los jóvenes, una vez más, nos van a enseñar el camino, porque tienen claro que si dependen de nosotros van listos…

Por eso sigo pensando en cómo es posible que a estas alturas algunos sigan con una mentalidad tan cerrada y no sean capaces de ver lo importante que es el cambio para una sociedad más justa, más libre y mucho más democrática. A ver para cuándo esos premios Nobel personificados en mujeres que están en ciencia pero que muchas veces no obtienen un justo reconocimiento.

Ah, y no es una cuestión de “paridad”, es decir “vamos a poner un 50% porque sí”… Aunque queda un gran trecho para que las mujeres puedan competir en igualdad de condiciones.

ACERCA DEL AUTOR

Sergio Rossi
Científico, publica libros para niños, ecothrillers, ensayos críticos y numerosos artículos científicos en revistas especializadas y de divulgación en diarios y revistas como El País, Público, Quercus, Muy Interesante y Jot Down.