Microrrelatos

Pluriempleo

En la época en que todos los televisores del
pueblo eran aún en blanco y negro, el cura dedicaba sus ratos libres a
repararlos. Cuando alguno se averiaba lo avisaban y él acudía a domicilio. Lo
colocaba sobre una mesa, abría la tapa trasera, inspeccionaba cada pieza,
escogía de dentro de su maletín una lámpara o un transistor y procedía a su
sustitución, siempre con éxito. Cobraba solo el precio del material más “la
voluntad”, que había que ir a depositar en el cepillo de la iglesia.