Microrrelatos

La casa domótica

Con su habitual ternura acaba de
recordarme que esta mañana tengo cita con la doctora. Si no comienzo ya a
vestirme, en cinco minutos me lo repetirá, ya en tono más imperioso. Desde que
enviudé no me apetece salir a la calle, ni quedar con los pocos amigos aún vivos.
Aunque parezca absurdo, confieso que me eleva el ánimo seguir escuchando a
diario la voz de mi Edelmira. Hasta tal punto que si cierro los ojos durante unos
segundos, casi consigo olvidar que se trata de una máquina.