Microrrelatos

Entre pecho y espalda

Ahogado, con tos y poco peso, Pastor Quispe apenas tenía fuerza para levantar picas y repartirlas a sus compañeros. Como si la tierra cobrara lo que sacaba, su cuerpo se hacía más y más débil: silicosis, decían los doctores, mal de mina decía él. Ayer vino un voluntario para hacerle nebulizaciones y darle recomendaciones, pero él insistía en ponerse bolitas de hojas de coca en su boca para calmar los ronquidos y el dolor de pecho. Al día siguiente, cubierto hasta los ojos llegó a la mina, repartió las picas y entró de último, rezando, hundiéndose en la montaña.