Microrrelatos

Admirable incurable

Todos admiraban al Doctor Rencher  y su ahínco en la búsqueda del Nobel. No se regalaba pausas de café, domingos de pantuflas, ni relajados congresos de neurociencia. Por su edad, trabajaba a contrarreloj. A sus colegas no les alcanzó que olvidara cómo encender el espectrofotómetro o no recordase la palabra péptido, utilizada en miles de sus conversaciones  y ponencias, para darse cuenta pronto de  que al Doctor no lo movía la ambición sino la supervivencia. El Alzheimer no le dejó descubrir la cura del Alzheimer. «Y estaba tan cerca», pensaron en el Instituto quienes lo admiraban sin mirarlo.