Microrrelatos

Río Duero

Ir al río era un placer. Hundíamos los pies en el agua y una legión de pececillos venían a observar esos extraños objetos, y se ponían a mordisquearnos los dedos con un cosquilleo divertido. Si nos movíamos, se espantaban formando una nube que se estiraba y encogía como siguiendo un hilo invisible dentro del río. Pero los tiempos han cambiado, la contaminación lo mata todo; ya no hay peces, he subido al Urbión para ver la fuente del Duero y la he visto seca: me han dado ganas de llorar.