Microrrelatos

Rendición

Compró la patente de la gran desalinizadora. Su inventor, tras
ofrecérsela a varios gobiernos, claudicó ante la evidencia: todos lo tomaban
por loco. ¿Cómo iba a ser tan sencillo convertir el agua de mar en potable
utilizando tan sólo el principio de la osmosis invertida?

El presidente de la mayor planta embotelladora de agua del continente sí
lo creyó. Compró y destruyó la patente al instante.

Al magnate no le interesaba que se abaratase el
precio del agua.