Microrrelatos

Depresión

Un gran agujero negro en el centro de su pecho, un poco hacia la izquierda. Nada se escapaba de él; bueno, lágrimas aún le quedaban, porque de momento no habían sobrepasado el punto de no retorno. Ella, por supuesto, no podía verlo, pero sí que notaba los rayos de melancolía que emitía al crecer. De su corazón se había expandido a sus entrañas, así que ya no sentía hambre. Por su sangre había llegado a cada una de sus fibras musculares, acabando con su fuerza. Cada vez era más voraz, y nada lo podría detener, ni siquiera las pastillas.