Historias del cambio

Conectando el mundo bajo el mar

El mundo está conectado con cables submarinos gracias a personas como Isabel Alcober, la única mujer ‘cablera’ de Europa en sus 17 años de profesión. Te contamos su historia.

Érase una vez una mujer llamada… Isabel Alcober.

¿Qué tienen en común un clic de ratón al hacer una reserva de hotel y la transmisión de una noticia simultáneamente en todo el planeta? Para llegar a su destino, seguramente, ambos habrán transitado, desde Japón a Reino Unido o desde España a América, a través de una red de 1.000 millones de metros de cables submarinos que conectan el mundo y por los que en 2017 transitó el 99% del tráfico de Internet. Para que el tráfico digital circule con fluidez por estas autopistas digitales bajo el mar, se precisa de un esfuerzo titánico de empresas de telecomunicaciones y de personas como Isabel Alcober, que con su trabajo cotidiano lo hacen realidad.

Isabel Alcober

Archivo Isabel Alcober

En el 2001, esta física de Alcañiz (Teruel), tras su paso por el departamento de ingeniería de satélites de Telefónica, pasó a formar parte del departamento de mantenimiento de cables submarinos. Y con ello, se convirtió en la única mujer cablera prácticamente en toda Europa en todos sus años de profesión. ¿En qué consiste el trabajo de una cablera? Pues… muy sencillo: en ir a reparar un cable submarino allí donde se haya producido la avería. En realidad, solo la definición es sencilla, porque la tarea supone una maniobra precisa y complicada, ya que se realiza siempre en el mar, a bordo de un buque cablero («taller-laboratorio») especializado en este tipo de operaciones con cables submarinos, siempre pendientes de la meteorología y siempre a contrarreloj.

La reparación de un cable submarino

«Cuando se detecta una avería, hay que ponerse a trabajar todos a la vez para no perder tiempo», explica. Isabel define el trabajo como “emocionante, dinámico y con las dosis adecuadas de un estrés enriquecedor para tu profesión”. Este, que puede durar hasta 10 días, empieza mucho antes de embarcar, cuando el Centro de Control de Telefónica detecta que las fibras ópticas se han cortado y el tráfico está interrumpido. La “alerta roja” pone a funcionar al equipo de mantenimiento, del que forma parte Isabel.

Es un trabajo emocionante, dinámico y con la dosis adecuada de estrés enriquecedor.

Hay que movilizar el buque cablero, que debe zarpar de su puerto base en las 24 horas siguientes, y también se ha de desplazar un equipo de técnicos de medidas a la Estación Terminal en tierra, donde llega el cable submarino para realizar medidas. Mientras tanto, gestionar con el Ministerio de Asuntos Exteriores un permiso para el buque cablero en aguas territoriales españolas, comenzar a elaborar el plan de trabajo con el jefe de misión -que es el responsable técnico del operador del buque- y decidir cuáles serán los materiales que el cablero deberá llevar en esa reparación y que se guardan en el depósito de Algeciras. Allí es donde habitualmente embarcará Isabel Alcober. Y formará parte del equipo de a bordo: unas 70 personas entre técnicos, marinos y tripulación, que llevarán a cabo la operación de recuperar, reparar y devolver el cable dañado al mar, de nuevo operativo, lo más rápidamente posible.

Las averías en la red de cables submarinos son frecuentes, aunque no sepamos de ellas. Hay aproximadamente dos cada semana en algún lugar del mundo y son producidas por ataques de tiburones, movimientos sísmicos y, sobre todo, por la actividad humana: enganches de anclas y artes de pesca. La mayoría de las incidencias no tienen impacto en la disponibilidad del servicio de Internet, ya que los grandes operadores de telecomunicaciones se conectan a través de varios cables y cuando uno de ellos se “desconecta”, el tráfico se cursa por otro alternativo.

Las averías de los cables se producen por tiburones, sismos y la actividad humana.

Cuando el buque llega a la zona de trabajo, hay que localizar el cable en el fondo marino, tarea complicada porque puede haber sido desplazado por algún agente externo como un ancla o un terremoto. Una vez localizado, el cable se recupera en el punto donde se ha calculado que está la avería y se iza a bordo, con la ayuda de un robot submarino. La reparación se desarrolla ininterrumpidamente desde su inicio y el personal trabaja por turnos, siempre que la meteorología o un incidente inesperado no obligue a interrumpir los trabajos o incluso tener que abandonar la zona y refugiarse en un puerto si hay temporal. Todo está perfectamente planificado y saben cuándo empieza una reparación, pero nunca cuándo se va a terminar.

Reducir el impacto medioambiental

Existe una exigente regulación internacional bajo el auspicio de la ONU sobre las actividades que ocurren en las aguas y su impacto medioambiental. Por supuesto, las empresas de telecomunicaciones, los fabricantes de cables submarinos y los operadores de buques cableros son conscientes de la importancia de mantener los océanos sostenibles y limpios. Todos luchan juntos con el objetivo de minimizar al máximo su huella, de tan solo entre 17 y 20 mm de diámetro.

Isabel Alcober

Archivo Isabel Alcober

Y por ello, para la fabricación de los cables, han estudiado si los materiales utilizados se filtran (y en qué medida), si liberan compuestos orgánicos o si son adecuados para reutilizarlos (una vez que su vida útil ha terminado) para la construcción de arrecifes u otras estructuras artificiales. Los rigurosos estudios realizados demuestran el efecto neutro de este elemento extraño a la propia naturaleza marina o incluso, en algunas zonas, benigno, ya que la prohibición de pesca y fondeo de buques puede favorecer la biodiversidad y el aumento de poblaciones de flora y fauna.

El primer cable que se tendió en España fue en 1924: cruzaba el estrecho de Gibraltar y unía telefónicamente Europa y África. El 27 de septiembre de 1985 se instaló en España el primer cable submarino de fibra óptica del mundo, entre Gran Canaria y Tenerife. Hoy, prácticamente el 100% del tráfico Península-Baleares y Península-Canarias se transporta sobre cables submarinos, a través de una red de 15.000 km.

Isabel Alcober ha sido su “reparadora” durante 17 años. Actualmente, trasladada a otro departamento, dice echar de menos sus aventuras en el buque cablero, trabajando a contrarreloj, sincronizada con el equipo como un cardumen de peces de colores.

 

Isabel Alcober, protagonista de MUJERES DE LOS MARES, de Ediciones del Viento