Microrrelatos

Eugenesia

Unos me llaman El Ingeniero. Otros, Destructor. Hace tiempo que borré de mi memoria otros nombres.

Mi única labor es transformar individuos: convertir coraza en corazón, pésimos augurios en milagros, una muerte precoz en largo carnaval. A un precio exclusivo también trabajo las almas: vendo la virtud griega, la humildad cristiana, la incontenible pestilencia burguesa.

Sin embargo, nada es suficiente, ya que trabajo con consumidores exigentes. El poder nunca se sacia, y el cliente siempre lleva la razón: una generación de esclavos bastará para reorganizar todo.

Me crujo los dedos. Mi último trabajo está a punto de empezar.