Microrrelatos

El germen del mañana

María y yo nos encontrábamos deslumbrados, tumbados en la suave. Tras entretejer nuestras ideas y hallazgos como hilo trenzado del tapiz más sublime notábamos los dos que algo inefable recorría nuestro cuerpo dejando paralizada nuestra mente. Caímos los dos en algo sublime. El centrar nuestro pensamiento en esta verdad, producía como un efecto impermeable respecto al resto de realidades que nos envolvían. Sentíamos como si el Maestro juguetero, agarrándonos y acercándonos a sus labios, nos susurrase: “No olvidéis mirar el universo. Acabáis de saborear la verdad de vuestra grandeza: vuestra pequeñez”