Galería
La sal que sobra
La sal que sobra
Autor: Juan Sebastián Castrillón Revelo
Cuando los últimos que encontraron tierra eran expulsados por la sed, un pueblo se quedó sin agua. Los barcos con máquinas se usaron para la sal, y en nombre de su asamblea, la última gran desalinizadora. Todo salvaba y todo corría, y se empolvaba hasta que se perdió. En la enramada, queda algo de latas, se prenden, hacen ruido. Sirven a quienes buscan sal cansados de agua dulce sin tierra. Ya no están los últimos, habitan las primeras balsas junto a los fallos de energía; mientras la máquina ha invertido la tierra por mar.