Marie

La dama bajaba apresurada las escalinatas de la Universidad de París, luego de un largo día de trabajo. Caminaba con dificultad, cargando varios libros bajo su brazo derecho. A las 19 horas la esperaba un Mercedez Benz negro, que la condujo a un gran salón. Se sentó en la primera fila. Era el lugar que le habían asignado. Estaba distraída. Pensaba en su trabajo. De repente, ella escuchó: “El Premio Nóbel de Química del año 1911 es para Marie Curie”. Ni bien pudo acercarse al micrófono, solo dijo unas palabras, mirando por un segundo al cielo: “Para ti, Pierre»