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Viaje de la acequia desde la infancia hasta el cloud computing

7 de Octubre de 2014

Cuando yo era un crío, el final de junio era el mes de los prados verdes. Las clases habían acabado. Llegaba el último sábado del mes y trasladábamos a mis abuelos a un modesto, centenario y familiar balneario de la Cerdanya.

Ese fin de semana mi abuelo y yo -con mis ocho años- nos lanzábamos a expediciones lejanísimas por prados misteriosos. Llegábamos a ellos siguiendo caminos bordeados por canales de agua fresca y cantarina. Unas líneas aún más verdes y húmedas se desprendían de los canales y atravesaban los prados. Eran rápidas y minúsculas corrientes de agua clarísima y fría. Pero cuando regresábamos -con mis pies bien mojados-, las más de las veces, esos mismos regatos estaban secos. Lo dicho, un misterio.

Nepal

Con el tiempo, mi abuelo me fue explicando la compleja telaraña de acequias y regatos que cubrían el paisaje. Muchos años después empecé a conocer las mil y una convenciones, pactos, negociaciones, y compromisos que los lugareños respetaban para mantener la hierba de sus prados en óptimo estado. En aquella época, la Cerdanya era un lugar menos de esquí y turismo y más de agricultura y ganadería.

Desde las montañas del Nepal hasta las de los Andes, una fina capa de costumbres y convenciones locales muy similares conforman la institución “acequia”. Mantienen pautas sostenibles de gestión del agua y, especialmente, de su distribución.

La premio Nobel de Economía de 2009 Elinor Ostrom, estudió el caso del agua en Nepal. Con estudios de campo y modelos de simulación en el laboratorio demostró la eficiencia y la importancia de este tipo de “instituciones invisibles” en la gestión de los recursos comunes. La superposición de pequeñas convenciones locales y su refinamiento a lo largo del tiempo creaban un “régimen estable” de distribución del bien común. Identificó qué convenciones genéricas permitían que eso sucediera y así se evitara la famosa “tragedia de los comunes”; esto es, el agotamiento de un recurso común por la sobreexplotación a que lo someten sus propios beneficiarios.

Claro está, el paisaje no sólo está ocupado por eco-eficientes lugareños. Se le sobreponen marcos normativos estatales. También los intereses de las empresas relacionadas con el agua. Parece una convivencia difícil y lo es. Pero no es imposible. La Peer to Peer Foundation le ha dedicado mucho esfuerzo a todas las iniciativas de gestión de recursos comunes.  No ha olvidado cómo hacer compatible los sistemas de convenciones emergentes  -como las de gestión indígena del agua- con los intereses empresariales y las regulaciones estatales.

La lógica del “peer to peer” permite replicar las convenciones indígenas de los sistemas de acequias.

Es una lógica que alguna empresas de distribución de otros bienes -como la electricidad- han estudiado para crear sistemas de distribución más enraizados localmente y más eficientes. Pero también con el objetivo de seguir en el mercado. Con este doble fin, en la costa noroeste de Estados Unidos se desplegó un sistema experimental de generación y distribución de electricidad peer to peer, que contó con la colaboración del Departamento de Energía de Estados Unidos.

Replicar estas “instituciones” exige distribuir “inteligencia automatizada” por el territorio: desde sensores a actuadores que abren y cierran los flujos de agua en respuesta a información local, sin control centralizado. La dificultad está en asegurar que las microacciones de los microcontroladores a nivel local tengan sentido global en la optimización y gestión equitativa del recurso.

Además, esas convenciones automatizadas deben respetar los intereses de múltiples actores: ciudadanos que usan el recurso, agricultores, empresas. Ahí es donde entra el “cloud computing” (la distribución de miles de recursos de computación). Y ahí es donde la tecnología se entronca con la tradición: buena parte de los complejos algoritmos que viven en esos “clouds” de distribución de recursos replican las normas y convenciones elaboradas durante cientos años de cultural local. Por ejemplo, que un campesino se comprometa a respetar horas de riego se traduce en que un ordenador “se comprometa” a no actuar fuera de esas horas. Y así sucede con muchas más convenciones similares. En suma, lo que se programa es la proyección de las convenciones sociales y culturales sobre un sistema técnico formado por miles de ordenadores que siguen esas convenciones.

Ahora cada vez que miro los prados de Sant Vicenç les añado otra capa virtual. El paisaje aumenta con una dinamísima red de pequeños sistemas automáticos que interactúan entre sí. O que interactuarán en un futuro, que yo ya me avanzo y los imagino en todas partes. Ahí, en los Andes y en el Nepal, la expedición que siempre soñamos con mi abuelo y que nos quedó pendiente. La sigo teniendo en mi lista.

Referencias

Isaac Chao, Oscar Ardáiz, Ramon Sangüesa, O. Rana, and L. Jolita. “Optimizing Decentralized Grid Markets through Social Group Selection». Proceedings of Web/GridInformation and Services Discovery WGISD08/CISIS 2008

Foto: www.khiruna.com

ACERCA DEL AUTOR

Ramon Sangüesa
Fundador del Equipo Cafeína. Experto en programas de investigación en TIC, comunicación y arte. Coordina el Data Transparency Lab, iniciativa conjunta de MIT, Open Data Institute, Mozilla Foundation y Telefónica I+D.