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Lo que nos queda

11 de Agosto de 2016
En una tienda de Liubliana, la capital de Eslovenia, se vende sal procedente de las Salinas de Pirano. En algunos de los saquitos se puede leer la siguiente inscripción: “La sal es el mar que no pudo volver al cielo”.

Hace un tiempo, mientras preparaba un artículo sobre la lluvia, el meteorólogo peruano Félix Cubas me resumió el ciclo hidrológico en una frase sencilla: “Todo cae”. Su explicación fue más o menos así:

-El agua que se evapora es la misma que vuelve a caer, lo único que varía es su distribución. Las moléculas de hidrógeno y oxígeno duran miles de años. Tal vez una molécula de hidrógeno que está ahora en mi cuerpo estuvo antes en el organismo de una vaca, o en una papa de Huancayo. Para la naturaleza, todo se recicla.

Tomé conciencia de que alguna de mis moléculas podía haber estado, quizás, en el fondo de un pozo de Burkina Faso, en un pedazo de sal del Himalaya o en la leche de burra que bañó a Cleopatra. Después leí algunos datos curiosos: Si no hubiera evaporación, la atmósfera se secaría en diez días. Si no hubiera lluvia, el mar bajaría su nivel un metro cada año. Y al final del día, cansada de cifras y medidas acuosas, volví a ver la película “In the mood for love”. En ella, el coreano Wong Kar Wai hace llover a cámara lenta sobre los callejones de Hong Kong para que dos personas que no deben empiecen a quererse.

Pensé entonces en el agua como una idea de la belleza.
Pensé que cuando el agua pasa nos deja ciertas cosas:

El goteo de los árboles: las ramas, sus hojas y la fruta recién lavada, los caracoles agazapados y sin cuernos emergiendo de las lechugas, el musgo creciéndole a las piedras húmedas, la tierra mullida, la frase de Blas de Otero: “Si hay algo tan bonito como una pierna de mujer es un bosque bajo la lluvia”.

Charles Bukowski recordaría siempre las largas lluvias de Los Ángeles en la época de la Gran Depresión. Recordaría la gran inundación de 1934 que barrió para muchos el sueño americano y le llevó a escribir, cincuenta y seis años después, el imponente “We ain’t got no money, honey, but we got rain” (“No tenemos dinero, cariño, pero tenemos lluvia”). Yo recuerdo, por ejemplo, la tinta emborronada de las cartas viejas que aparecían mojadas en un buzón, cuando todavía las cartas se enviaban por correo postal, cuando todavía se enviaban cartas.

El agua pasa y deja ciertas cosas.
Algunas nos quedan para siempre.

ACERCA DEL AUTOR

Martina Bastos
Escribe sobre realidades y le han premiado por ello. En 2012 recibió el premio Las Nuevas Plumas 2012 por su texto "La gran mudanza". Ha ganado el certamen Diez Años Viajando Juntos de la revista National Geographic, y en 2014 recibió el premio Don Quijote de Periodismo, en el marco de la XXXI edición de los Premios Internacionales de Periodismo Rey de España, que convocan anualmente la Agencia EFE y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), por su trabajo "La lluvia es una cosa que sucede en el pasado”.