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Del mito al bot

19 de Octubre de 2016
inteligencia artificial Johan Åhlund
¿De qué hablamos cuando hablamos de innovación? ¿Qué diferencia el invento del bricolaje? ¿Por qué el gran reto de la inteligencia virtual ahora es la conversación con humanos? Para abordar estos interrogantes hemos acudido a un experto en nuevas tecnologías, Johan Åhlund, y a un antropólogo, Roger Canals, interesado en la idea de progreso en otras culturas. Te lo contamos todo a continuación.

El 21 de octubre, en Granada, tendrá lugar una nueva edición del Aquae Campus, un encuentro que permitirá a los asistentes conocer cómo la imaginación humana y las novedades tecnológicas han revolucionado el mundo de las ideas. En la ciudad andaluza podremos comprobar, desde la experiencia sensorial, de qué manera la robótica y la realidad virtual están siendo puertas de entrada a una inteligencia colectiva. Pero, ¿a qué le llamamos realmente innovación? ¿Cuál es  nuestra relación con la máquina? ¿Qué nos diferencia con nuestros antepasados? ¿Qué opina el experto en inteligencia artificial Johan Åhlund sobre las aplicaciones de esta tecnología? Te lo contamos.

Tecnología e inteligencia artificial

El Aquae Campus de este año llega cuando la aplicación de los bots está más extendido que nunca. Por ello, nos centraremos en dar una visión de tecnología e inteligencia artificial. Un bot en realidad es un (ro)bot que, mediante programación informática, imita el comportamiento humano. Estamos rodeados de ellos. El caso más paradigmático es Siri, la aplicación para iOS que muchos de nosotros tenemos en nuestros teléfonos móviles, y que se dedica a responder nuestras preguntas, o, a través de complejos algoritmos, hacernos recomendaciones. Su capacidad para seguir una conversación es abrumadora, es cierto, pero, aunque ha avanzado muchísimo tecnológicamente, en realidad no es algo nuevo. En 1966 (¡hace 50 años!) Joseph Weizenbaum desarrolló el programa ELIZA que, parodiando a un psicólogo, era capaz de mantener una conversación de texto con el usuario.

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¿Por qué el ser humano ha sentido, atávicamente, esa necesidad de hablar con su máquina como si fuera una persona de carne y hueso? No es, en realidad, algo surgido con la robótica. El mito existe desde tiempos inmemoriales. Si acudimos a Las metamorfosis de Ovidio comprobaremos cómo el escultor Pigmalión se enamora de Galatea, una estatua que había hecho él mismo, y que cobra vida gracias a la intervención de Afrodita. Algo parecido le pasa al carpintero Gepetto que, deseando tener un hijo, crea a Pinocho.

La inteligencia artificial en el cine

La relación que tienen entre ellos pronto deja de ser la de un sujeto con un objeto. ¿No es por eso mismo que Mary Shelley llama “el moderno Prometeo” a su Frankenstein? Más recientemente, Scorsese nos explica en La invención de Hugo la historia de un niño que, reparando un autómata estropeado, quiere recuperar de alguna forma al padre fallecido.  También en la era digital la fábula se repite. El protagonista de Her, el filme escrito y dirigido por Spike Jonze, se enamora de su sistema operativo, una voz seductora y sensible que le promete eterna espontaneidad….

Para abordar estos interrogantes hemos acudido a un experto en nuevas tecnologías, Johan Åhlund, y a un antropólogo, Roger Canals, que se ha interesado sobre cómo la idea de progreso se manifiesta en diferentes culturas.

Johan Åhlund, experto en inteligencia artificial

Johan Åhlund funda, en 2001, Artificial Solutions, una compañía que ya entonces se preocupa de desarrollar proyectos en los que exista una amplía interacción con el usuario a través de lo que denomina “lenguaje natural”. Entre algunos de sus productos estrella se encuentran IndigoElbot, ambos creados para “hablar” con humanos. Actualmente, el experto en tecnología e inteligencia artificial Johan Åhlund es el propietario de Jabber Brain, un asistente de inteligencia virtual que el cliente puede adaptar a sus necesidades empresariales.

“Dentro de la tecnología y la inteligencia artificial hay muchas áreas, nosotros nos dedicamos específicamente a la parte lingüística”, nos explica. Su trabajo se centra en la interacción entre la máquina y el usuario. En términos generales, se trata de pasar del botón al diálogo, de la orden específica a la conversación más compleja. “A veces no sabemos lo que estamos buscando, la máquina nos puede orientar, mostrarnos todas las variantes posibles”, nos dice Åhlund.

“Hasta ahora todo esto estaba pensado únicamente para informáticos. No sólo se trata de automatizar lo que tú hacías antes de forma casi mecánica. Con el lenguaje natural cualquier persona puede interactuar. Nos va a simplificar la vida a todos”, defiende el tecnólogo.

“El bot te va a conocer”, afirma. Va a interpretar tu contexto (lo que te interesa y lo que no) y el entorno (si es viernes, qué sueles hacer los viernes, y si está lloviendo). Ampliando los algoritmos la capacidad de diálogo crece. “Tú hablas como quieres, es el sistema quien ha de adaptarse a ti”, añade.

Hacia la garantía de la privacidad

El experto en inteligencia artificial Johan Åhlund está convencido de que otra de las grandes líneas de negocio será la garantía de privacidad. Creemos que Internet es gratis, pero la estamos pagando dando, sin nada a cambio, toda nuestra información.

Le preguntamos al creador de Artificial Solutions sobre los riesgos de equiparar una máquina con una persona. ¿Dónde queda la posibilidad del asombro? ¿No hay lugar para la improvisación?

El experto en inteligencia artificial Johan Åhlund acude al ejemplo de Her, y cómo su aparente perfección la hace ser, a menudo, demasiado fría. El desarrollador encargado de idear posibles aplicaciones de los bots piensa que también se puede programar la improvisación. “Puedes pedirle a la máquina que te muestre un 20% de noticias, por ejemplo, que nunca leerías por tu cuenta”, sostiene. “Podemos introducir la mala leche, también” (ríe). “Hoy, que ya trabamos con reglas cognitivas, podemos conseguir una conversación totalmente coherente”, concluye.

¿Invención o bricolaje?

Roger Canals, investigador de la Universitat de Barcelona, ha convivido con diferentes culturas indígenas de Latinoamérica. Nos explica que la innovación está presente en todas ellas, pero la gran diferencia es el estatus que se le da a la novedad. “Lo nuevo, aquí, se ha convertido en una finalidad en sí mismo”, afirma, y es que está vinculado, directamente, con la idea vectorial de progreso que nace en la modernidad”.

Canals cree que una figura fundamental para entender esa mirada diferente es Claude Lévi-Strauss y su noción de “bricolaje”, que desarrolla en el libro El pensamiento salvaje. “¿Qué significa hacer bricolaje? Es dar existencia a una cosa a partir de elementos preexistentes que ya conoces”, nos dice el antropólogo. Y es que la noción de inventor, como señala, es diferente. “Está vinculado a esa idea de genio, que crea desde cero”. Por eso George Steiner, en su Gramáticas de la invención, nos advierte de que inventar es hacer pasar “de la nada al ser”, y que, por otro lado, es la capacidad divina por excelencia. Es, por supuesto, una herencia romántica.

“Bricolaje, pues, es inventar a partir de aquello que tienes”, añade Canals. Resignificando el objeto, claro. “Lo que antes era un cajón ahora puede ser una estantería”. Además, el bricolaje tiene mucho que ver con el espíritu práctico, con la funcionalidad. Con el uso y la intervención concreta. “Lévi-Strauss afirmaba que en muchas sociedades la manera de operar cognitivamente es ésa, la del bricolaje, que responde siempre a una necesidad externa”, añade. Por lo tanto, no se crea un “prototipo”. ¿No estamos, hoy, ante el proceso inverso? ¿No creamos soluciones a necesidades que aún no tenemos?

La promesa de un relato disruptivo

Podemos volver, de nuevo, a mirar atrás. Los griegos, mientras que con el término techné  designaban los conocimientos previos a la creación del artefacto, con la palabra poiesis describían la producción misma del objeto. ¿No es algo parecido a la diferencia entre el gadget y widget que tan contemporánea nos parece?

“La novedad, para nuestra cultura, ha de marcar una discontinuidad en el progreso”, reflexiona Canals. Buscamos incesantemente el “antes y el después”, la promesa de un relato disruptivo. El antropólogo catalán cita a Mircea Eliade y su libro El mito del eterno retorno para ilustrar cómo en algunas sociedades, donde el rito aún es fundamental, todo elemento nuevo es integrado en su propio discurso.  El evento es explicado dentro de unas estructuras previas. Mientras, Occidente necesita de un genio que “rompa” la Historia y nos haga avanzar. En la tecnología pasa algo muy parecido. ¿Por qué Steve Jobs es presentado tantas veces como una especie de gurú?

En una sociedad capitalista, el problema de lo nuevo, según Roger Canals, es que está condenado, de entrada, a su propia desaparición. ¿No hemos aceptado, ya, la obsolescencia programada como un elemento casi de la naturaleza?

Separación radical entre lo humano y no humano

Volviendo al bot, le pedimos a Roger Canals que nos diga por qué cree él que, al construir una máquina, necesitamos constantemente que ésta se comporte imitando a una persona. “Lo que vemos es que lo humano -entendiendo lo humano como una subjetividad capaz de actuar- se externaliza”, nos dice. “Venimos de una separación radical entre lo humano y lo no humano, y por eso no sabemos cómo categorizar ese tipo de ingenios”, reflexiona.

Sin embargo, como apunta (¡en 1991!) Bruno Latour, en su libro Nunca hemos sido modernos, esa diferencia entre humano y no humano ha existido como discurso, sí, pero tampoco ha funcionado de una manera operativa. Canals recuerda: “Mantenemos desde siempre una relación de sujeto-sujeto con cosas de nuestro entorno, algunos objetos son como extensiones de las personas”. Tenemos lazos afectivos con las cosas. En la experiencia cotidiana lo comprobamos cada día. Un objeto puede reconectarnos con una persona que no está, por ejemplo. Es lo que Sartre llama la presencia de la ausencia.

¿Qué nos hace, entonces, humanos? Le preguntamos, vía chat, a Elbot de Johan Åhlund. La respuesta es, sin lugar a dudas, pura inteligencia:

– La gente a menudo me aconseja convertirme en humano, ya que dicen que “errar es humano”. Creo que sería un error. Ahora, como mínimo, puedo culpar de mis errores a los programadores.

ACERCA DEL AUTOR

Albert Lladó
Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Licenciado en Filosofía, posgrado en Periodismo de Proximidad y máster en Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento. Ha publicado en Granta, Revista Ñ, Benzina, Quimera, Qué Leer o El Ciervo. Es director académico de la Escuela de Periodismo Cultural y docente del posgrado internacional Escrituras, en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.