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La minúscula parte de un todo

15 de Mayo de 2014

Siempre me ha fascinado la historia que nos cuentan los científicos sobre las cianobacterias.

La historia arranca hace alrededor de tres mil quinientos millones de años (apenas un instante en la historia del universo) cuando, cansadas de vagar por un pedregal inerte, las cianobacterias, unos microorganismos pioneros en esto de existir y que siguen presentes en la práctica totalidad de ecosistemas terrestres, hasta los más hostiles, protagonizaron una de las mayores hazañas de la evolución en nuestro planeta.

Sintetizando la clorofila y condensando el carbono, estos seres microscópicos aprovecharon la presencia de la luz solar para obtener alimento y energía de uno de los elementos más abundantes de su entorno: el agua, la gran placenta del Planeta Azul, nuestro más valioso tesoro.

Pero en ese proceso metabólico se sirvieron tan solo del hidrógeno presente en su molécula, generando como residuo un gas hasta entonces extraño: el oxígeno. Como consecuencia tuvo lugar una de las mayores contaminaciones atmosféricas que jamás ha sufrido La Tierra, hasta que su presencia logró estabilizarse en torno a ese mágico 21% que hace posible lo que hoy en día entendemos por vida terrestre: mas quema; menos ahoga.

Con la llegada de la clorofila tuvo lugar un hecho asombroso: la superficie de nuestro planeta empezó a teñirse de verde, las sales minerales, el agua, el anhídrido carbónico y el oxígeno, gracias a la fotosíntesis de las plantas, fueron convirtiéndose en azúcares, los azúcares en tejido, y el tejido en paisaje.

De ahí en adelante, todo lo que ha ido aconteciendo, la sucesión de variaciones genéticas y reacciones bioquímicas que hicieron posible la evolución y la adaptación de animales y plantas, es y conforma el mayor patrimonio de nuestro planeta: la biodiversidad que alberga. Un patrimonio que lejos de pertenecernos, nos contiene.

Somos la minúscula parte de un todo. Las especies no han sido creadas de manera independiente, sino que están íntimamente emparentadas y descienden unas de otras formando ese todo.

Si recuperamos esa idea, si aceptamos esa condición que tanto nos une al planeta y al resto de formas de vida que lo habitan, tal vez consigamos que cada día sea el día mundial del medio ambiente.

ACERCA DEL AUTOR

José Luis Gallego
Divulgador ambiental, naturalista y escritor. Colaborador habitual de TVE, TV3, La Vanguardia y Onda Cero. http://www.ecogallego.com/