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Escuchando a los peces habladores

30 de Junio de 2014
Hace ya unos cuantos años, Luc Steels, uno de los padres de los perritos-robots Aibo, me sorprendió mostrándome un pez robot que se movía y orientaba según la concentración de contaminantes en los ríos.

Sus pequeños motores – el pez en cuestión no era muy grande- se activaban para avanzar, retroceder, o girar hacia aquellos lugares donde se incrementaba la concentración de contaminantes o, en su defecto, hacía donde detectaba que se movía algún otro robopez. El robopez se movía con “tropismos artificiales”. Dialogaba con su entorno y con sus compañeros peces. Las palabras de sus mensajes estaban inscritas en el propio entorno: la concentración de contaminantes y las acciones de los otros robopeces. El robopez comunicaba con su propio movimiento.

La idea era lanzar y luego recoger unas decenas o cientos de estos peces artificiales en las aguas a estudiar. A través de las señales que emitían, se podía mapear donde aumentaba la concentración de peces y, así, saber dónde había más contaminantes. No sé muy bien cómo terminó el proyecto pero en todo caso fue un precursor de una forma de sensorizar el medio ambiente que se va viendo en otros proyectos y soluciones.

Hay varios conceptos en juego aquí. Por una parte, la denominada “inteligencia de enjambre” (“Swarm intelligence”). Esto es, no hay una “mente central” que indica un comportamiento inteligente. Además un “pez” individual es incapaz de resolver el problema de detectar el origen de vertidos y el mapeo de su extensión. Es el grupo quien muestra un compartimiento inteligente emergente. Por otra parte, se copian soluciones naturales. Los robopeces de Steels eran, un cierto ejemplo de biomímesis.

La utilización de la inteligencia de enjambre y de la biomímesis está detrás de otros desarrollos similares también relacionados con la sensorización del medioambiente. En Harvard, el equipo de Robert Wood, ha desarrollado las “roboabejas” (https://robobees.seas.harvard.edu/home) robots del tamaño de una abeja que replican su vuelo y algunas de sus funciones. Se dice que incluso puede que actúen como “polinizadores artificiales” para solucionar el problema actual del descenso del número de abejas y su incidencia en las cosechas.

Peces artificiales, abejas robóticas y otros insectos permiten desplegar rápidamente redes inteligentes de sensores que reacción a las condiciones del medio ambiente y sirven de alerta temprana. También pueden desarrollar determinadas acciones sencillas sobre su entorno.

Con la entrada de estos “animales maquínicos” la naturaleza va a dejar de ser lo que era. ¿Qué reacciones tendrán las antiguas abejas naturales? ¿Y qué nuevo tipo de objeto contaminante andará rondando por nuestras aguas y cielos? De momento, el grupo de performance “Reverend Billy” (el Reverendo Billy) ya ha iniciado su exorcización, un episodio más en la tirante relación entre humanos y sus propias realizaciones tecnológicas.

Robofish University of essex: https://www.noeticscience.co.uk/pollution-hunting-robo-fish/

Robobees, university of Harvard: RoboticInsectPhoto02-350×233.jpg

ACERCA DEL AUTOR

Ramon Sangüesa
Fundador del Equipo Cafeína. Experto en programas de investigación en TIC, comunicación y arte. Coordina el Data Transparency Lab, iniciativa conjunta de MIT, Open Data Institute, Mozilla Foundation y Telefónica I+D.