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El arroyo de San Basilio de Palenque

16 de Julio de 2014
En San Basilio de Palenque hay un arroyo que lo atraviesa y que tiene un papel esencial en la cultura de este pueblo colombiano
Hay, en el Caribe colombiano, un pueblo llamado San Basilio de Palenque. Y hay, en San Basilio de Palenque, un arroyo que lo atraviesa. Se trata de un entorno ideal que tradicionalmente ha supuesto una convocatoria social entre sus coterráneos nada desdeñable. Sin embargo, hay ciertos aspectos de este particular arroyo colombiano, como sus abundantes flora y fauna o su caudal, que parecen estar cambiando poco a poco.

Dicen que San Basilio de Palenque, a 60 Km de Cartagena de Indias, fue el primer pueblo libre de América. Dicen que era pura selva, manglar vivo, cuando allí se refugiaron, hace 300 años, un grupo de esclavos huidos de sus amos. Era un valle aislado y de difícil acceso que les permitía protegerse del ejército español. Por él corría, además, el arroyo de San Basilio de Palenque. A su orilla se asentaron los negros cimarrones. A su orilla viven desde entonces los hijos de sus hijos.

Hoy, la cultura de San Basilio de Palenque es Patrimonio Inmaterial de la Unesco. Y el arroyo es uno de sus puntos fundamentales. Discurre paralelo al pobla­do y forma, junto a la plaza central, el eje social de San Basilio de Palenque. Del agua del arroyo viven.

Las aguas del arroyo de San Basilio de Palenque

Hoy en día, la reducción del agua del arroyo de San Basilio de Palenque es una de las grandes preocupaciones de los lugareños. Pero también factores como la tala de árboles y la extracción de arena pueden poner en jaque el carácter social de este especial espacio natural situado en Colombia. Pero no siempre ha sido así.

Hasta 1978, cuando se inauguró el acueducto que les suministra agua cada dos días, el arroyo era su única fuente, el único espacio para el aseo diario. Allí las mujeres lavaban la ropa, los platos, recogían agua para la cocina. Y así fue convirtiéndose en un punto de encuentro, en el lugar de reunión y también pasatiempo para los palenqueros. La llegada del acueducto no ha cambiado sus costumbres. A pesar de contar con agua potable en sus casas, muchos prefieren seguir visitando el arroyo para lavar, lavarse y conversar.

Una mañana cualquiera, las mujeres llegan con sus palanganas repletas en la cabeza. En la mano llevan enormes tablas de madera que acomodan entre las piedras de las orillas. Sobre ellas se sientan -los pies en el agua- mientras frotan la ropa y conversan. Entonces sabrán quién peleó con quién, cuándo es el próximo cumpleaños, qué marido se fue de la casa o qué muchacha está embarazada.

Por eso, al arroyo le llaman el “periódico” de Palenque. Es el lugar donde va y viene la información del pueblo: “Venimos en grupo para no estar solas, aquí llegamos y echamos los cuentos, los chismes”. Dicen las mujeres, a golpe de manduco contra la ropa mojada.

Una parte esencial de la cultura local

El manduco es un palo grueso de madera dura que utilizan para arrancar mejor la suciedad. Golpean la ropa como una venganza, como si la ropa les hubiera matado algún hijo. Cuando terminan, el turno es para ellas. Vestidas algunas, otras solo a medias, se frotan entonces las carnes, se lavan el cabello, se enjuagan con una parsimonia espléndida. Y así regresan, empapadas, con sus palanganas en la cabeza y las espaldas rectas, altivas, de vuelta a casa.

El arroyo de San Basilio de Palenque es un lugar de intimidad, pero de una intimidad colectiva. De tanto en tanto, algún hombre cruza a caballo de camino al campo, pero todos bajan la vista, miran para otro lado. Todos saben a qué lugares les está permitido acercarse según su sexo. Hay un bañadero para las mujeres y un bañadero para los hombres. Allí donde los hombres se bañan -desnudos- no van las mujeres. Allí donde las mujeres se bañan no van los hombres: “Nosotros tenemos un dicho acá que dice que donde están los billetes no están las monedas”.

Desde pequeños, los palenqueros saben esas cosas. Saben que el arroyo es parte de su identidad. Que el agua puede ser, también, un asunto cultural.

ACERCA DEL AUTOR

Martina Bastos
Escribe sobre realidades y le han premiado por ello. En 2012 recibió el premio Las Nuevas Plumas 2012 por su texto "La gran mudanza". Ha ganado el certamen Diez Años Viajando Juntos de la revista National Geographic, y en 2014 recibió el premio Don Quijote de Periodismo, en el marco de la XXXI edición de los Premios Internacionales de Periodismo Rey de España, que convocan anualmente la Agencia EFE y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), por su trabajo "La lluvia es una cosa que sucede en el pasado”.