Microrrelatos

Accidente

Aquel
doctor muy calmado, trataba de poner en su lugar el labio de mi niño,  sus quejidos rajaban mis oídos y su sangre le
cubría la sonrisa, en un instante hubo un silencio aterrador, todo se detuvo,
mis pies descalzos  le iban robando la
frialdad al mármol y se me iban
petrificando las piernas, la rigidez paso a mi estómago  , mis ojos llorosos ya no lo veían quejarse, cuando mi  corazón iva a detenerse  por tanto miedo, mi niño volvió en sí, con un
sollozo.