La lucha en Chile para descontaminar a la ballena azul

El Centro de Conservación Cetácea de Chile (CCC-Chile), desarrolla desde 2004 el proyecto Alfaguara para monitorear la salud y la tendencia poblacional a largo plazo de las ballenas azules que llegan al sur de Chiloé (Chile) cada verano. Durante su trabajo, han comprobado que estos mamíferos marinos acumulan contaminantes persistentes en sus tejidos.

Bárbara Galletti, presidenta del Centro de Conservación Cetácea de Chile (CCC-Chile), descubrió en 2019, cuando trabajaba en la foto-identificación de una población de alrededor de quinientas ballenas azules (Balaenoptera musculus) en el archipiélago de Chiloé, en el sur de Chile, que estos enormes cetáceos presentaban en su piel grandes granos rugosos. En un primer momento pensó que se trataba de una simple anomalía, pero ese mismo 2007, en un encuentro de expertos en ballenas azules en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), comprobó que otros especialistas en la materia se sorprendían de ese hallazgo.

De este modo, Galletti decidió, junto a su equipo, estudiar a las ballenas que, cada verano, llegaban en busca de alimento al archipiélago de Chiloé bajo el proyecto Alfaguara, el nombre que le daban a la ballena azul los marineros que las cazaron durante siglos. Ahora la denominación posee un sentido contrario, dado que el proyecto busca la conservación de la especie.

Primero tomaron muestras de piel y grasa de los animales, internándose para ello mar adentro para poder acercarse lo suficiente a las ballenas y alcanzarlas con unas flechas especiales que arrancan un trozo de piel de no demasiado tamaño. Actividad que llevaron a cabo entre 2009 y 2017, años necesarios para cotejar que esas anomalías de la piel se extendían en el tiempo y no eran producto de algo ocasional.

Los resultados del estudio de la grasa de las ballenas estudiadas en el Proyecto Alfaguara fueron publicados en 2019 en la revista Science of The Total Environment, y el análisis fue realizado por un equipo de la Universidad de Barcelona. El artículo confirmó lo que venían sospechando desde hace más de una década: que existen varios tipos de contaminantes orgánicos persistentes (COPs) en la ballena azul que se alimenta en Chiloé. Estos contaminantes corresponden a químicos industriales para aislar y enfriar equipos eléctricos, no se degradan de forma natural, se acumulan en tejidos como la grasa y pueden dañar la salud de los seres vivos.

A partir de los resultados obtenidos, se trata ahora de entender con mayor precisión los alcances del daño que provocan estos contaminantes en las especies marinas. En el hemisferio norte, otros estudios recientes en cetáceos han arrojado resultados todavía más graves, lo que ha generado preocupación sobre la salud de estos mamíferos en el futuro.

La ballena azul es uno de los cetáceos en mayor peligro de extinción. Según explica el CCC, solo en el Hemisferio Sur más de 330.000 ejemplares fueron capturados por las flotas balleneras, reduciendo su población histórica en más de un 97%.

 

Actualizado: 29/03/2023