La conquista de los Polos: un reto extremo

Probablemente, la lucha por alcanzar los extremos geográficos del planeta ha sido la última gran empresa expedicionaria de la historia de la humanidad.

Habiéndose explorado cada rincón de todos los continentes, sólo permanecían desafiantes e inaccesibles los dos extremos opuestos de la Tierra. Esos páramos helados, donde la vida resulta casi imposible, se convirtieron en el escenario de una carrera enloquecida de decenas de hombres que querían pasar a la historia. Movidos más por el afán de gloria que por un interés científico, se lanzaron a desafiar las condiciones más extremas, tanto en el Ártico como en la Antártida. Por una cuestión de cercanía geográfica a las potencias europeas, el Ártico fue el primer destino, desatando una competencia despiadada. Existía un absoluto desconocimiento de lo que había en el Polo Norte, pero interesaba, y mucho, la idea de un paso navegable que supusiera una fantástica ruta comercial entre Europa y los Estados Unidos y sirviera de alternativa al estrecho de Magallanes para cruzar del océano Atlántico al Pacífico. Durante los siglos XV y XVI se realizaron varios intentos infructuosos de encontrar ese anhelado paso del Noroeste. Tras un largo paréntesis, a principios del siglo XIX el Almirantazgo inglés propició retomar la búsqueda. En abril de 1818, una misión zarpó al mando del escocés John Ross, secundado por el teniente de navío William Edward Parry, a bordo de dos buques balleneros, el Isabelle y el Alexander. La expedición cruzó el extremo sur de Groenlandia y se internó en el estrecho de Lancaster. Habían alcanzado una latitud de 76° 46’ N y, aunque no lo sabían, estaban en la puerta del Paso del Noroeste. Sin embargo, en medio de un banco de niebla, Ross creyó ver las cumbres de una cadena montañosa cerrándoles el paso y ordenó el regreso a Inglaterra. Parry volvería en abril de 1819, comandando dos naves, el Hecla y el Griper, en el primero de sus cuatro viajes al Ártico en busca de alcanzar el Polo Norte. No lo logró, pero descubrió que el estrecho de Lancaster no estaba cerrado por montañas.

En 1845 el Almirantazgo envió otra expedición al mando del contralmirante sir John Franklin, un veterano de la batalla de Trafalgar de 59 años de edad. Ninguno de sus miembros volvió con vida. Franklin, sus hombres y sus barcos desaparecieron, y su destino fue un misterio durante 12 años. En 1852, sir Edward Inglefield, quien comandaba una expedición de rescate de Franklin, fue el primero en adentrarse en el estrecho de Smith, un paso navegable en dirección al norte, más allá de cualquier registro conocido. Eso lo llevó a pensar que era posible navegar hasta un teórico mar polar abierto, y desde ahí al mismo Polo. Al año siguiente, el estadounidense Elisha Kane llegó aún más lejos que Inglefield: se introdujo navegando en el estrecho de Smith, pero el hielo y los fuertes vientos lo forzaron a continuar por tierra. Así llegó hasta el cabo Constitución, desde donde divisó una enorme extensión de agua libre de hielo. Se trataba del canal de Kennedy, aunque él pensó que había alcanzado el mar polar abierto que llevaba al Polo Norte.

Los alemanes también trataron de llegar al Polo Norte; organizaron una expedición en 1869 siguiendo los pasos de Inglefield y Kane. Dos goletas, la Hansa y la Germania, partieron en junio de ese año, pero por un error se separaron apenas un mes después. El Hansa terminó atrapado en el hielo y se hundió. Sus tripulantes sobrevivieron sobre un témpano, en el que construyeron un refugio precario con briquetas de carbón, que navegó 900 km hasta que las corrientes los acercaron a tierra. Mientras, unos pocos tripulantes del Germania provistos de trineos exploraron la costa este de Groenlandia y regresaron a Alemania en julio de 1870. En septiembre de 1871, la fallida expedición estadounidense Polaris, al mando de Charles Francis Hall, logró llegar incluso más al norte, a la latitud 82°45’ N.

EL DESCUBRIMIENTO DE NARES

Sería el almirante inglés sir George Strong Nares quien, al frente de la expedición Ártica Británica (1875-1876), terminaría con el mito del mar polar abierto. A bordo del Alert, atravesó el canal entre Groenlandia y la isla de Ellesmere –hoy el estrecho de Nares, en su honor– para descubrir un páramo helado allí donde se esperaba un mar libre de hielo. Lo que hoy llamamos mar de Lincoln –parte del océano Ártico– estaba cubierto por la banquisa, una capa de hielo flotante permanente, que en el Ártico alcanza los 15 millones de kilómetros cuadrados de superficie durante el invierno. A bordo de trineos, la expedición intentó alcanzar el Polo Norte, pero debió desistir por falta del equipamiento adecuado para resistir las durísimas condiciones. A pesar de todo, lograron llegar hasta los 83°20’26’’ N, el punto más septentrional alcanzado hasta el momento.

En 1893 partió la expedición Fram encabezada por el científico noruego Fridtjof Nansen, que confiaba en que la banquisa fuera un medio para llegar al Polo Norte, aprovechando la corriente del Ártico. El Fram era un barco que contaba con el más innovador diseño de la época, preparado para resistir la presión del hielo cuando el buque quedara atrapado en él. Cuando esto ocurrió y tras 18 meses de espera, Nansen no pudo contener su impaciencia y desembarcó junto a su compañero Hjalmar Johanssen para intentar llegar al Polo esquiando. No lo lograron, pero alcanzaron los 86° 10’ N, un nuevo punto más septentrional. En 1897, el sueco Salomón Andrée y otros dos compañeros intentaron hacerlo por aire, a bordo del globo Eagle, pero también fracasaron. Al final, la lucha por el Polo Norte se libró en un feroz mano a mano entre dos estadounidenses: Robert E. Peary y Frederick Cook.

EN EL FIN DEL MUNDO

Los antecedentes de la conquista del Polo Sur son más breves. Algunas fuentes históricas señalan al holandés Dirck Gerritsz y otras al español Gabriel de Castilla como el primer europeo en ver tierra en el océano Glacial Antártico. En realidad, ambos habrían avistado las islas Shetland del Sur en 1599 y 1603, respectivamente. De lo que sí existe certeza es que el británico James Cook fue el primero en cruzar el Círculo Polar Antártico, el 16 de enero de 1773, en su viaje en busca de la Terra Australis, un inmenso continente, cuya existencia se barajaba desde muchos siglos antes. Cook se encontró con enormes masas de hielo bloqueándole el paso y concluyó que si había tierras más al sur, estas deberían ser demasiado inhóspitas para valer el intento. El 19 de febrero de 1819, el inglés William Smith avistó de forma casual la isla Livingston; era la primera tierra descubierta al sur del paralelo 60° N. Lo cierto es que el honor de poner pie por primera vez en el continente se lo disputan distintos cazadores de focas, que coinciden en el año 1821 como el del desembarco inicial en la Antártida. Entre 1839 y 1843, una expedición al mando de sir James Clark Ross recorrió casi toda la costa de la Antártida, y descubrió el mar de Ross, la Tierra de Victoria, y los montes Erebus y Terror, bautizados con el nombre de los barcos de la expedición.

A finales del siglo XIX se inició una etapa de exploración del Polo Sur que se extendió hasta 1917, con la famosa expedición Imperial Transantártica de sir Ernest Shackleton. En ese lapso hubo 17 grandes expediciones a cargo de 10 países distintos y todas tuvieron en común el carácter heroico de sus protagonistas, muchos de los cuales perecieron en el intento. Este esfuerzo estuvo exacerbado por el intenso nacionalismo de la época, que convertía a los exploradores en verdaderos mitos nacionales. Fue en este marco cuando el noruego Roald Amundsen logró alcanzar al Polo Sur en una épica disputa con el inglés Robert Falcon Scott; y también cuando se produjeron verdaderas hazañas de resistencia a las condiciones más extremas, como sucedió con la Expedición Antártica Belga (1897-1899), la primera en pasar el invierno dentro del Círculo Polar Antártico; la Expedición Southern Cross (1898-1900), que también invernó en la Antártida; y, por supuesto, la Expedición Endurance de Shackleton (1914-1917), una de las grandes aventuras del siglo XX.

Peary y Cook, la disputa por la gloria

Ambos exploradores estadounidenses se enfrentaron por atribuirse un éxito que, vista la inconsistencia de las pruebas, se presume que ninguno de ellos llegó a completar.

Miembros de la expedición de Frederick Cook al Polo Norte de 1909 junto a un iglú. © Library of Congress.

Miembros de la expedición de Frederick Cook al Polo Norte de 1909 junto a un iglú. © Library of Congress.

En 1891, Frederick Cook se enroló como cirujano en una expedición que Robert Peary realizó a Groenlandia, y fue allí donde trabaron amistad. Incluso Cook viajó al Ártico para rescatar a Peary, que había desaparecido en uno de sus tantos intentos por llegar al Polo Norte. Tras siete expediciones, Peary había demostrado que Groenlandia era una isla y no un continente, y que su capa de hielo se extendía hasta una latitud Norte de 82° y no más allá. En 1902, 1905 y 1906 había intentado alcanzar el Polo Norte sin éxito, quedándose a menos de 280 km del objetivo. Llegados a ese punto, Cook decidió emprender su primera expedición al Polo Norte en febrero de 1908. Partió desde Annoatok, un asentamiento en Groenlandia, a unos 1.200 km del Polo. Contaba con nueve nativos y 11 trineos ligeros tirados por un total de 103 perros, e intentaba seguir la ruta descrita por el noruego Otto Sverdrup. A medida que avanzaba hacia el norte, parte del equipo de apoyo regresó y Cook continuó el trayecto junto a dos cazadores nativos. Según su propio relato, llegó al Polo Norte el 22 de abril de 1908. Tras un penoso regreso que les llevó 14 meses, Cook anunció su descubrimiento con un relato plagado de contradicciones.

Meses antes de tener noticias de Cook, el 6 de julio de 1908, Peary inició una nueva expedición al Polo Norte integrada por 50 hombres, casi tantos trineos pesados y 246 perros. A 200 km del objetivo, Peary envió de regreso a la mayoría de los expedicionarios, excepto cuatro nativos y Matthew Henson. Según su versión, el 6 de abril de 1909 consiguieron alcanzar el Polo Norte, en el que plantaron la bandera estadounidense. La polémica entre Cook y Peary obligó al Congreso de Estados Unidos a crear una comisión investigadora para resolver la disputa, la cual terminó fallando a favor de Peary. Con el paso del tiempo se descubrieron inconsistencias en los datos de Peary, pero el Polo Norte había perdido interés y es probable que el primero en pisarlo realmente no buscara esa gloria. Seguramente fue la expedición científica rusa que llegó allí en avión en 1948, aunque el honor de ser el primero en llegar a pie debe atribuirse al británico Wally Herbert, que alcanzó el Polo Norte en 1969, tras 16 meses de travesía.

La carrera por alcanzar el Polo Sur

El 17 de enero de 1912 los cinco supervivientes de la expedición de Scott llegaron al Polo Sur, donde encontraron la bandera de noruega y una carta de Amundsen. © Getty Images.

El 17 de enero de 1912 los cinco supervivientes de la expedición de Scott llegaron al Polo Sur, donde encontraron la bandera de noruega y una carta de Amundsen. © Getty Images.

El noruego Roald Amundsen fue el primer hombre en llegar al Polo Sur, y lo hizo un mes antes que la expedición inglesa liderada por Robert Scott que, además, tuvo un trágico final.

Obsesionado por la aventura y la gloria, Amundsen se aprestaba a intentar alcanzar el Polo Norte cuando se enteró de que Peary acababa de lograr ese objetivo. En ese momento decidió que si no podía ser el primero en llegar al Polo Norte, lo sería en el Polo Sur. Amundsen partió hacia la Antártida a bordo del Fram en agosto de 1910, con provisiones para dos años y unos 100 perros de Groenlandia, que resultarían cruciales para lograr el objetivo. Tras constituir la base Framheim, en la Bahía de las Ballenas, el 14 de enero de 1911, Amundsen hizo construir una serie de campos avanzados en los paralelos 80°, 81° y 82° S en línea directa hacia el Polo, y luego se aprestó a pasar el invierno polar. Cuando llegó la primavera, el 8 de septiembre, un equipo de ocho hombres con trineos tirados por 86 perros emprendió el viaje, aunque debió desistir por las condiciones climáticas adversas. Tuvieron que esperar hasta el 19 de octubre para partir; el equipo se había reducido a cinco hombres y 53 perros. Antes de la arremetida final, Amundsen sacrificó a 24 de los perros para alimentar a los hombres y al resto de los animales. Finalmente, a las tres de la tarde del 14 de diciembre de 1911 el equipo llegó al Polo Sur, donde levantaron una carpa en la que plantaron la bandera noruega. Amundsen, su equipo y 11 perros, regresaron a la base el 24 de enero de 1912.

Robert Falcon Scott y su expedición, por su parte, partieron casi al mismo tiempo hacia al objetivo, pero la mala planificación les jugó una mala pasada. Llegaron 34 días más tarde al Polo Sur y jamás regresaron. El capitán Scott se equivocó al decidir llevar ponis que no soportaban las bajas temperaturas, trineos motorizados que sufrían averías, perros que nadie sabía guiar y en la elección de una ruta más larga. El mal tiempo y las bajas temperaturas acabaron con los últimos cinco expedicionarios, entre ellos Scott, durante el viaje de vuelta.

La expedición transantártica de Shackleton

En 1914, este explorador irlandés protagonizó una mítica expedición a la Antártida a bordo del Endurance con el objetivo de atravesar el continente de punta a punta.

Algunos de los miembros de la expedición en el campamento Océano, situado sobre un bloque de hielo de más de 2 km2 en el que permanecieron desde octubre de 1915 hasta abril de 1916. © Frank Hurley/RGS.

Algunos de los miembros de la expedición en el campamento Océano, situado sobre un bloque de hielo de más de 2 km2 en el que permanecieron desde octubre de 1915 hasta abril de 1916. © Frank Hurley/RGS.

No tuvo éxito, pero fue una aventura admirable. En 1907, el Times de Londres publicó un anuncio que causó gran impresión. Decía: “Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. A pesar de las poco alentadoras premisas, más de 5.000 aspirantes respondieron a la convocatoria de Ernest Shackleton, carismático explorador inglés, quien seleccionó a 28 de ellos para la Expedición Imperial Transantártica que partió de Londres el 1 de agosto de 1914 a bordo del Endurance y el Aurora. El objetivo era atravesar el continente blanco de costa a costa pasando por el Polo Sur en un viaje de casi 3.000 km. El primer paso era llegar a la Bahía Vahsel, junto al mar de Weddell, y desde allí iniciar la expedición. Nunca lograron ni siquiera pisar el continente antártico.

El Endurance quedó atrapado por la banquisa a la deriva y la presión del hielo lo hundió el 21 de noviembre de 1914. Con lo poco que pudieron rescatar y tras sacrificar a los perros para procurarse alimento, se dirigieron a la isla Paulet, caminando 554 km sobre la superficie congelada del mar de Weddell. Pero las corrientes marinas les impidieron alcanzar el objetivo, así que Shackleton cambió el rumbo hacia la isla Elefante, en el archipiélago de las Shetland del Sur, donde llegó en abril de 1915. Shackleton y cinco de sus hombres subieron a una pequeña y frágil embarcación para hacer los 1.280 km hasta la isla de San Pedro, en las furiosas aguas del paso de Drake. Dieciséis días más tarde, ya sin agua, alcanzaron San Pedro, donde había una estación ballenera en el otro extremo de la isla. Debieron recorrer los 35 km que los separaban de ella, cruzando montañas de más de 1.200 m de altura. Así, el 30 de agosto de 1915, a bordo de un remolcador chileno, Shackleton regresó a la isla Elefante para rescatar a sus hombres y volver a Inglaterra sanos y salvos, dos años después de haber partido.

Robert Falcon Scott y su expedición, por su parte, partieron casi al mismo tiempo hacia al objetivo, pero la mala planificación les jugó una mala pasada. Llegaron 34 días más tarde al Polo Sur y jamás regresaron. El capitán Scott se equivocó al decidir llevar ponis que no soportaban las bajas temperaturas, trineos motorizados que sufrían averías, perros que nadie sabía guiar y en la elección de una ruta más larga. El mal tiempo y las bajas temperaturas acabaron con los últimos cinco expedicionarios, entre ellos Scott, durante el viaje de vuelta.

Actualizado: 21/09/2022