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La palabra agua y su género fluido

30 de Marzo de 2016
palabra agua
Es ella. Siempre lo ha sido. El agua es mujer. Si no podemos llamarla así, si hasta mi corrector se resiste a dejarme que la escriba en femenino, es porque lo dice la norma, pero no el sentimiento.  El corazón, como a la mar o a la tierra, me lleva a llamarla la agua.

Las palabras tienen su importancia y la palabra «agua» no iba a ser menos. De ello hablo con mi amigo y maestro Joaquín Araujo a pie de manantial, que es donde nacen las más bellas. Estamos en el corazón de las Villuercas, uno de los paisajes más bellos y agrestes de Extremadura. Hemos subido por una gravera a ver manar el agua. Al llegar, acompaña a la cantilena del manantial, esa serenísima melodía del agua al brotar, el trino de los pájaros formando una banda sonora deliciosa. Seguramente los pájaros le cantan sabedores de que en ese mismo instante, de ese manar silvestre, surgen a su vez todos los paisajes y todas las cosechas.

La palabra «agua» según la RAE

La norma de nuestra lengua, me explica Joaquín Araujo, miembro de la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura, obliga a que el sustantivo agua, pese a ser femenino, tenga un singular masculino por razones de fonética. 

La Real Academia Española no deja lugar a interpretaciones en la forma singular. Como la vocal tónica con la que empieza es una «a» el artículo que la precede no puede ser «la». De lo contrario acabaríamos pronunciando l’agua. Por eso es correcto decir «las aguas» pero sin embargo debemos volver al masculino para decir «el agua». Y regresar al femenino con los adjetivos que la acompañan: el agua clara, y no el agua claro. Vaya lío ¿no?

Soy un entusiasta de la palabra. Pero de la palabra viva, de esa palabra que defendió García Márquez en su famoso Discurso de Zacatecas de 1997: una lección magistral que deberían escuchar con atención todos los que aspiren a decir y escribir en nuestra maravillosa lengua.  

Al escribir la agua defiendo esas palabras “gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor” de las que nos habla el mayor escritor en castellano de todos los tiempos en su discurso.

Así, de la misma manera que Gabo nos recuerda que “el amarillo es la color de los enamorados”, me parece urgente recuperar el femenino singular de una de las palabras más bellas de nuestro diccionario para decirla como la sentimos. Digamos la agua, hagamos que las palabras se sometan a los sentimientos, no al revés, y como nos alerta el emperador de Macondo “simplifiquemos la gramática antes de que la gramática acabe simplificándonos a nosotros”

Joaquín Araujo y yo os invitamos a decir y escribir la agua, aunque tengamos que retroceder una y mil veces en el teclado después de que el ordenador la cambie, aunque alguien tuerza el gesto al escucharnos pronunciarla en hembra. Volvamos al manantial del que brotan las palabras, que es el de los sentimientos y cantemos a la agua.

Definición de «la agua»

La palabra agua se define como una sustancia química inorgánica, transparente, insípida, inodoro y casi incolora. Es el componente principal de la hidrosfera de la Tierra y los fluidos de todos los organismos vivos conocidos (en los que actúa como disolvente). Es vital para todas las formas de vida conocidas, aunque no aporta calorías ni nutrientes orgánicos. Su fórmula química es H2O, lo que significa que cada una de sus moléculas contiene un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno, conectados por enlaces covalentes.

Dos átomos de hidrógeno están unidos a un átomo de oxígeno en un ángulo de 104,45 °. Joaquín Araujo debe saber también que la palabra «agua» es el nombre del estado líquido de H2O a temperatura y presión ambiente estándar. Forma precipitaciones en forma de lluvia y aerosoles en forma de niebla. Las nubes se forman a partir de gotas suspendidas de agua y hielo, su estado sólido. 

La agua cubre el 71% de la superficie de la Tierra, principalmente en mares y océanos. Pequeñas porciones de agua se encuentran como agua subterránea (1,7%), en los glaciares y los casquetes polares de la Antártida y Groenlandia (1,7%), y en el aire como vapor, nubes (formadas por hielo y agua líquida suspendida en el aire) y precipitación. (0,001%). El agua juega un papel importante en la economía mundial. Aproximadamente el 70% del agua dulce utilizada por los seres humanos se destina a la agricultura.

ACERCA DEL AUTOR

José Luis Gallego
Divulgador ambiental, naturalista y escritor. Colaborador habitual de TVE, TV3, La Vanguardia y Onda Cero. http://www.ecogallego.com/