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El vuelo de las aves: de ánsares y grullas

26 de Octubre de 2015
En este artículo, Mónica Fernández-Aceytuno nos anima a observar el vuelo de aves como los ánsares y las grullas de las ciudades españolas
Como una página en blanco se ha vaciado el aire casi sin darnos cuenta de golondrinas y vencejos para que otras especies escriban letras en el cielo. Porque es ahora, a partir de octubre, cuando más empiezan a sobrevolar los tejados de nuestros hogares. Aunque no las veamos volar, aunque no las escuchemos cantar.

Porque es ahora, a partir de octubre, y sobre todo en noviembre, cuando las aves más grandes aparecen volando en formación, a vela en el caso de las grullas, a remo los ánsares, dibujando una “I” o esa “V” tan característica de la que decían: “Si los ánsares van para arriba, pastores de buena vida. si los ánsares van para abajo, pastores de mucho trabajo”. Esto nos da una idea de lo arraigada que estaba la mirada de los pastores al paso de estas aves.

Casi todas las aves llegan envueltas en niebla, el sueño del agua, porque a las grullas y a los ánsares les gusta descansar en el agua de las lagunas que, con el frío, amanecen cubiertas de niebla como una nube entre las plumas de unas aves que se ven entre ellas por su gruir, o por los graznidos: Juan Ruiz (1330), el Arcipreste de Hita, señaló ya que “mayor rroydo fasen é más voses sin recabdo, diez anssares en laguna que cien buexes en prado”, aludiendo a las potentes voces con las que se comunican también en vuelo.

El vuelo de las aves, imperceptible pero poderoso

Por alguna razón ancestral, o porque ven mejor señalizado el camino, pasan estas aves, ánsares y grullas, por encima de grandes ciudades como Madrid o Zaragoza, y es tal en ocasiones el ruido que hacen, que pueden oírse sus voces abriéndose paso entre el tráfago.

Una escena que correspondería a un pueblo, ver las grullas de oído para hacernos mirar al cielo, fue algo que observé no sin asombro por el centro de Madrid, trazando una “V” casi por encima del Museo del Prado. Como si fueran otra obra de arte escapada, volando muy bajas por el lienzo del cielo. Aves tan de dehesa y de laguna y de campo que nos sobrevuelan sin que sepamos qué ven o qué piensan de nosotros allí abajo, presos de la tierra. Presos del asfalto.

Trashumancia hacia Extremadura

A veces me pregunto si el hecho de que la Cámara de Comercio esté en la Puerta de Alcalá, por donde pasaban las ovejas de la trashumancia, puede tener algo que ver con que sigan pasando por aquí las grullas y los ánsares; o es que el cielo, al igual que vemos a veces con las estelas de los aviones, está lleno de trochas, de atajos invisibles que siguen las aves a través de los siglos.

En el caso de las grullas, se espera que más de doscientas mil lleguen en los próximos días del norte de Europa. La mayoría se dirige a Extremadura, pero también van a Andalucía, Castilla-La Mancha, y no pocas se quedarán en la laguna aragonesa de Gallocanta, donde descansan y se alimentan primero de las semillas caídas en los rastrojos de cereal, para luego ir alejándose del agua hacia las siembras.

Las aves que llegan a las dehesas extremeñas suelen hacerlo coincidiendo con la montanera, ese tiempo en el que maduran y caen las bellotas de las que también se alimentan.

De ánsares y grullas

Los ánsares, en cambio, llegan hasta Doñana para comer el rizoma de la castañuela, tan duro que después ingieren arena como si fuera hierba fresca para poder digerirlo, de tal manera que se registran grandes concentraciones en un cerro de Doñana que está en las dunas de las marismas y que recibe el nombre de “Cerro de los ánsares”.

Pero lo bonito es ver volar a los ánsares por la noche del campo pasando justo por delante del disco luminoso de la luna llena, algo que he podido observar en una ocasión, la silueta oscura de los ánsares volando a remo (cuatrocientos kilómetros pueden recorrer en una sola noche) por delante de la luna llena de noviembre, la luna de los brazos abiertos.

Dibujan también a oscuras la letra “V” al volar en cuña, con los más expertos delante y detrás los más jóvenes, llamados ansarones, para que hagan menos esfuerzo en vuelo.

Aún así caen en ocasiones del cielo por el camino muertos de frío, de lluvia y de cansancio. 

Como puntos suspensivos…

ACERCA DEL AUTOR

Mónica Fernández-Aceytuno
Premio Nacional de Medio Ambiente “Félix Rodríguez de la Fuente de Conservación de la Naturaleza” y columnista de ABC. Es fundadora y editora del portal de la Naturaleza Aceytuno.com.