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El río Congo, el río más profundo del mundo

3 de Febrero de 2016
río congo, el río más profundo del mundo
A pesar de ser uno de los ríos más espectaculares del mundo, el río Congo no fue encontrado por la cultura occidental hasta finales del siglo XV. De hecho, muchos relatos comienzan con la llegada de los portugueses a su desembocadura. En esta ocasión acompañaremos a otro navegante en un viaje más reciente, pero no por ello menos estimulante.

El río Congo es uno de los ríos más importantes del mapa hidrográfico mundial pero en occidente no se supo de su existencia hasta el año 1482. A lo largo de su recorrido –fluye por Zambia, República Democrática del Congo, República del Congo y Angola— la sensación de grandeza es constante e indescriptible. El río más profundo del mundo da cobijo también a una fauna única y variada. En este sentido, el Congo tiene numerosos micro-hábitats con condiciones ecológicas distintas que hacen posible la vida de su gran biodiversidad.

Sensación de inmensidad en el río Congo

No he visto un agua que lleve más tierra que la del río Congo.

No es sólo ya que transporte la tierra disuelta, dando un color al agua rojizo y opaco al mismo tiempo. Sino que además arrastra auténticas islas, con sus palmeras y todo. Flotando igual que barcos al pairo hacia los rápidos que terminan en las cataratas Livingstone, que ves desde Kinshasa por el vapor de agua que flota en el aire. Es allí hacia donde caerá al atardecer de pronto el sol, con toda su luz, sobre el agua.

La primera vez que vi el río Congo fue yendo a caminar por su orilla cuando, sin previo aviso, se abrió con toda su magnitud tras el verdor de un árbol de mango solitario. 

Mirarlo, te hacía llorar, al no abarcar los ojos tanta agua

Tenía esa tarde el Congo ese color del estaño que sólo he visto en septiembre sobre el agua de las rías gallegas. Un poco gris y un poco azulado, hasta que cayó de pronto el sol. Y entonces, al dar la vuelta al camino, todo el río se volvió rosado como el borde de las hojas de un libro viejo. Negras como letras al trasluz las plataneras y las hierbas de la orilla, con sus pájaros tropicales tranquilamente posados, mientras el día se había ya marchado.

Un río tan majestuoso como enigmático

Los remolinos son tan grandes en el río Congo que da un poco de miedo cruzarlo en barco desde donde. También se convierte en tarea difícil cuando uno piensa que el Congo es el río más profundo del mundo. Sin embargo, observas las cabañas de pescadores en las islas que aún no han sido arrancadas por la corriente. Con sus tejados de lata entre un verdor muy intenso. Y, un poco más allá, unas piraguas oscuras que son más bien tablas, al no tener casi ni obra viva ni obra muerta. Como si a los pescadores los sostuviera el mismísimo horizonte del río. Y sobre las que faenan, por cada piragua, dos hombres. Uno, con una pértiga, y el otro con unas redes blancas delante, en la zona más tranquila del río. O eso parece, por la calma con la que, de pie, navegan.

La riqueza de esta agua es inmensa, no sólo por la cantidad de peces distintos, con casi 700 especies continentales, sino porque al menos el 80 por ciento de ellos son endémicos. Es decir, que no existen en ningún otro lugar del mundo, algunos capaces de aguantar la estación seca enterrados en el limo, esperando que vuelva el agua, o en condiciones casi de anoxia entre los papiros que, con un verde muy intenso pero a la vez ligero, alegre y transparente; al lado de la fuerza, gravedad y opacidad del río; bordean su cauce. 

Un tono rojizo envuelve sus aguas

La sensación que tenemos es que la vida ha nacido, como entre las sábanas de una cuna, en la densidad de esta agua, de este gran río. Que toda la Naturaleza se expandió igual que una galaxia a partir de este lugar con la gracia de las curvas del curso del Congo al resto del mundo. Mirado desde aquí, te parece un segundo plato del origen.

En general, casi todo el agua que he visto en el Congo, ya sea del gran río, como de sus afluentes (el Congo es el río que se bebe los ríos) tienen este tono rojizo, como de ladrillo disuelto. Incluso los bloques que hacen los congoleses con la arena del río son rosados. Así que imagino que con ellos las casas que construirán serán frescas y rumorosas, como el interior de las caracolas que también se dan en sus orillas. Las mismas que se usaron como moneda. Pequeñas caracolas que recuerdan a los cauríes con los que se compraban y vendían los esclavos, y que hoy adornan las esteras de rafia que venden los artesanos.

La vida que alberga el río Congo

Toda la vida corre con el agua del río Congo. De él podría decirse que pone en movimiento a la gente como a las islas verdes que arrastra. 

Pasas por la orilla de cualquiera de sus afluentes y siempre hay mujeres. Con los niños a su espalda, lavando, o buscando oro. Al menos eso me parece al verlas mirando fijamente como garzas el agua de una palangana. En ocasiones, muy pocas, hay en las vegas una cierta agricultura de subsistencia de tomates y otras verduras que protegen del sol con un sombrajo de bambúes y de palmas. Allí observas que sólo se inclinan sobre la tierra, sólo y siempre ellas, las mujeres congolesas.

El colorido de sus “pagnes” les hacen brillar de lejos como las flores del paisaje. Esto contrasta con el intenso verdor de la orilla y con el color de un agua. El agua no es potable en casi ningún tramo. Por ello, suele ser habitual ver a chicos que llevan por los caminos, y sobre todo en los mercados, una suerte de edificios sobre la cabeza. En principio creí que sería hielo pero que luego me di cuenta que eran botellas informes. Como globos llenos de agua, por la cantidad de envases que quedaban por el suelo, tirados como un sueño del que ya se ha despertado.

Hay regatos sepultados por estos plásticos que contuvieron agua potable. El sueño de llevar el saneamiento a un lugar donde el agua es todo, y es nada. 

El río más profundo del mundo es merecedor de otros muchos títulos

Es el río Congo, en términos de área de cuenca, el segundo río más extenso del mundo, tras el Amazonas. También es el Congo el río más profundo del mundo. Tiene un curso muy complejo lleno de rápidos y cataratas. Pero también en algunos tramos se puede sentir la amplitud y la tranquilidad de un lago. Un lago que bebe, alternativamente, de las lluvias de uno y de otro lado del ecuador. De esta manera, su caudal se mantiene bastante constante. El Congo es el segundo río más largo de África, y seguramente el más hermoso. La manera en la que llega al océano Atlántico, dibujando una pluma de tierra sobre el agua de decenas de kilómetros de largo tras abrirse paso por el delta y los manglares, es completamente espectacular..

ACERCA DEL AUTOR

Mónica Fernández-Aceytuno
Premio Nacional de Medio Ambiente “Félix Rodríguez de la Fuente de Conservación de la Naturaleza” y columnista de ABC. Es fundadora y editora del portal de la Naturaleza Aceytuno.com.