Microrrelatos
Le di una sardina al gato de Schrödinger
Le di una sardina al gato de Schrödinger (vivo o muerto…¡quién sabe!) y, en ese momento, me apeteció una cerveza. Cogí de la nevera una Heisenberg. De inmediato noté sus efectos: una intensa incertidumbre, acompañada del repiqueteo, en mi cerebro, de una palabra, una única palabra: Quantico. Quantico. Quantico.
La busqué en la enciclopedia. Localidad del estado de Virginia. Base de marines. Academia de formación del FBI. ¿El FBI? Faraday-Bohr-Ivanenko. ¡Claro! La inducción electromagnética prefigura las órbitas cuantificadas y lleva, necesariamente, a los quarks.
¿Y el gato? Tranquilos: en la jaula de Faraday.