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Contaminación biológica cruzada entre mundos habitables (I)

25 de Noviembre de 2015
texto de ciencia ficción y película de ciencia ficción
Hoy vamos a sumergirnos en el mundo de la ciencia ficción. Películas, literatura, música... los diferentes medios audiovisuales han sido un lienzo en que diferentes artistas han abordado esta temática. Una proyección del futuro, la imaginación de vida en otros planetas... Te dejamos con la primera entrega de este artículo escrito por Jordi Aloy i Domènech.

Jordi Aloy i Domènech nos regala este texto de ciencia ficción. En él abordará alguna de las películas de ciencia ficción más célebres de la historia.

Películas de ciencia ficción

Si sois aficionados al cine de ciencia ficción, seguramente recordaréis la película La amenaza de Andrómeda (The Andromeda strain, EE. UU, 1971), basada en la novela homónima de Michael Crichton. 

En ella, la humanidad debe hacer frente a un patógeno letal de origen extraterrestre que ha llegado hasta nuestro planeta a bordo de un satélite que regresa a la Tierra tras una misión espacial. Este tema es todo un clásico en el mundo de la ciencia ficción. A lo largo de la historia, diferentes personalidades lo han explorado en sus múltiples facetas en un sinnúmero de obras.

La razón es obvia: la contaminación de nuestro planeta por parte de microorganismos alienígenas podría provocar una crisis biológica de consecuencias imprevisibles para todos nosotros. Se trata, pues, de un tema con un gran potencial dramático, irresistible para cualquier autor amante del género. 

El inquietante escenario que plantean estas obras bien podría llegar a ser algún día una realidad. También lo podría ser el caso opuesto, quizá mucho más probable. Formas de vida terrestres, que se transporten inadvertidamente a otros mundos, los colonizaran y llegaran a destruir posibles formas de vida indígenas. Por otro lado, también se podrían dar escenarios mucho más optimistas. Podría ser que organismos que han evolucionado en biosferas completamente independientes fueran por naturaleza incompatibles entre sí. El motivo es que para que un organismo pueda parasitar un determinado huésped, ambos han de compartir ciertas características comunes.

Asimismo, podría darse el caso de que los organismos autóctonos, mucho mejor adaptados a su medioambiente, no tuviesen excesivos problemas para eliminar posibles competidores foráneos. Sea como sea, resulta obvio que la contaminación biológica cruzada entre planetas no es un problema baladí, y no puede desdeñarse. Por todo ello, ya en 1967, el Tratado del Espacio Exterior de las Naciones Unidas prohibió estrictamente la contaminación biológica de otros mundos; y una organización internacional, el Committee on Space Research (COSPAR), controla los protocolos de protección planetaria que deben seguir obligatoriamente todas las potencias espaciales. 

Un completo sistema de microorganismos

Evidentemente, esterilizar una sonda o un robot es factible, pero esterilizar una misión tripulada no lo es. Como debéis de tener muy presente si habéis visto hace poco la película de ciencia ficción Marte (The Martian, EE. UU., 2015), la estanqueidad biológica en el caso de una misión tripulada es simplemente imposible. Los seres humanos somos un completo ecosistema de microorganismos y no se nos puede esterilizar. Ni por radiación ni por inmersión en productos químicos desinfectantes. En el caso de las misiones a la Luna, el problema no fue excesivamente grave. Esto es debido a las condiciones físicas que reinan en la superficie de nuestro satélite, que hacen muy improbable la existencia de vida tal y como la conocemos. 

Estas condiciones impiden que los microorganismos terrestres puedan prosperar ahí, aunque sí pueden resistir durante años, tal como se pudo comprobar cuando los astronautas del Apolo XII recogieron y devolvieron a la Tierra instrumentos de la Surveyor III, una sonda que llevaba ya más de dos años en la Luna. Al analizarlos, se detectaron bacterias terrestres que no tan solo habían resistido la esterilización y el viaje, sino que habían conseguido sobrevivir al vacío, a la radiación y a los extremos térmicos.

Ahora hablemos de la otra cara de la moneda. Para evitar la remota posibilidad de que un improbable organismo selenita pudiera llegar a la Tierra, las muestras lunares se trataron en laboratorios de alta seguridad biológica. Los astronautas pasaron por una estricta cuarentena. 

Cubierto de polvo lunar

El astronauta Gene Cernan, cubierto de polvo lunar, a bordo del módulo de descenso del Apolo XVII. Según describen los astronautas, el polvo lunar huele a pólvora.

¿Te has quedado con ganas de leer hasta el final? No te preocupes, mañana publicaremos el segundo post de esta fascinante entrega de Jordi Aloy i Domènech.

ACERCA DEL AUTOR

Jordi Aloy i Domènech
Físico y astrónomo con amplia experiencia en el mundo de la astronomía amateur. Miembro del Área de Ciencia, Investigación y Medio Ambiente de la Fundación "LaCaixa" y autor de numerosas publicaciones.