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Esperando las noticias del agua

28 de Septiembre de 2018
Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) acaba de publicar en la editorial Pre-Textos un nuevo poemario, Esperando las noticias del agua, en el que la sed se convierte en un hogar rural y metafórico. Se trata de un poema único, dividido en cuarenta y ocho fragmentos, que ofrece como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes, desnudos de tecnología y de ruido.

El autor, que antes ha publicado Los bosques interioresLas estaciones lentas o Cristalizaciones, entre otros títulos, empezó a trabajar Esperando las noticias del agua en 2014, con anotaciones y esbozos que poco a poco han ido tomando cuerpo. Lo que nace de allí es un paisaje, tan real como mítico, que contrapone imágenes como las del pozo y el desierto con las del río y el mar.

Ese paisaje, nos cuenta Basilio Sánchez, representa “un modelo de sociedad que la industrialización el positivismo deshumanizado, el mercado global y la pérdida de un horizonte ideológico, han hecho desaparecer dejándonos, en herencia, una sociedad más pulcra en lo material, pero enormemente sórdida en los espiritual, una forma de vida en la que la riqueza, la comodidad y la complacencia hedonista se han acabado pagando, como decía Tolstoi, con la sordidez moral”.

“Esta es la sed que, a mi entender, padecen nuestras sociedades modernas”, añade el poeta.

Un paisaje que el escritor imagina como los que traza el pintor Jean-François Millet.  “Ante el absurdo de este divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su escenario, entre el clamor humano y el silencio razonable del mundo –como escribió Camus–, a nosotros nos quedan la entereza y la perseverancia, la posibilidad del agua que, surgiendo del fondo de nosotros mismos, sea capaz de calmarla”.

El largo poema contiene, además de todo un imaginario muy preciso y sugerente, un argumento espacial, pero también temporal. “El orden de los textos es exactamente el mismo en el que fueron escritos. Y esto es así, en gran parte, porque el poema constituye, en el fondo, una alegoría, una fábula, un relato que podría ser moral. Una narración que, por otro lado, no conduce a ningún desenlace ya que el segundo y último fragmentos, prácticamente idénticos, se cierran en un círculo”, nos explica Sánchez.

Hay una suerte de paradoja que marca el compás del poema y, tal y como reconoce el escritor, “el movimiento aboca, finalmente, a la ausencia de movimiento, al instante con vocación de eternidad que constituye el patrimonio de la poesía.

Basilio Sánchez ha utilizado un tono próximo “a la admonición bíblica”, como si se tratase de un réquiem, y a partir de símbolos provenientes de los textos antiguos (como el del pastor, del cordero, del pájaro o del árbol), ha ido tejiendo una panorámica aún no absorbida, según sus propias palabras, “por el nuevo feudalismo de la riqueza y la explotación de los medios naturales”. El desierto es, también, un desierto moral. Pero la ciudad de los amantes, que es refugio y morada, “no ha sido condenada, por la invasión de los bárbaros, a la banalidad del pensamiento”.

“En nuestra tradición el desierto es, sin duda, el espacio de la espiritualidad. Los grandes y verdaderos avances de nuestra especie han surgido siempre tras una ardua marcha a través de los desiertos de la soledad, la incomprensión o el ascetismo”, argumenta el poeta, quien además sostiene que “mendigamos la luz porque vivimos en medio de la oscuridad. Reivindicamos un mundo a nuestra medida porque hemos aprendido a abrir una ventana y asomarnos en silencio a la ternura de lo que ya no existe”.

“En su sueño / Este río / Es el alma del mundo / Un mar en movimiento / En el que reverberan, como banco de peces / Los reflejos oscuros de las casas / Sus aguas espumosas / Arrastran los matices rojizos de la tarde / A la confusa oscuridad del estrecho”, leemos.

Y es que son las imágenes repetidas del agua, en sus múltiples formas, las que desbordan el enigma del deseo y del indescifrable misterio.

“El mar es el origen, el caldo primigenio del que manan las posibilidades, el punto a partir del cual es factible reconducir los comportamientos y las pautas. El agua es el lugar de la contemplación, el espacio secreto donde el alma se calma y se serena, el sitio en el que uno –como Heidegger– puede llegar al convencimiento de que el hombre no es el señor del universo, sino el pastor del ser”, nos responde Basilio Sánchez cuando le preguntamos por esa poética donde se encuentran, en un juego de tensiones, lo fluvial con lo árido.

Como apunta el poeta en Esperando las noticias del agua, “Debajo de la nieve está todo por hacer”. La sed es una forma como otra de comenzar una coreografía, de lobos y de semillas, en la que dos cuerpos interpretan el sentido último de las ruinas.

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ACERCA DEL AUTOR

Albert Lladó
Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Licenciado en Filosofía, posgrado en Periodismo de Proximidad y máster en Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento. Ha publicado en Granta, Revista Ñ, Benzina, Quimera, Qué Leer o El Ciervo. Es director académico de la Escuela de Periodismo Cultural y docente del posgrado internacional Escrituras, en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.